Biografía de Diderot

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Víctor Muñoz Fernández
Apasionado por la Historia, es licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual. Desde pequeño le encantaba la Historia y acabó por explorar sobre todo los siglos XVIII, XIX y XX.

Otro de los pensadores importantes de la Ilustración fue Denis Diderot. No fue recordado por los sublevados de la Revolución Francesa de 1789, pero sí posteriormente gracias a Hegel y a Goethe. Tuvo un papel muy importante en la creación de la Enciclopedia y confraternizó con la mayoría de los intelectuales del Siglo de las Luces.

Diderot

Diderot nació el 5 de octubre de 1713 en Langres (Francia), en el seno de una familia artesana acomodada. Se fugó del colegio jesuita de su ciudad natal y se dirigió a París. Allí acabó obteniendo el doctorado en Artes (1732) y comenzó a estudiar Derecho. Optó por dedicarse por la escritura en lo que fue el inicio de la vida bohemia que llevaría durante 10 años, en los que conocería a Mably, Condillac, Voltaire y Rosseau.

En 1745 realizó la traducción del “Ensayo sobre el mérito y la virtud” de Shaftesbury. Este trabajo le permitió precisar sus ideas, que expresó con claridad en “Pensamientos filosóficos” en 1746, donde reflejó sus creencias deístas. Además, esta primera etapa la completó con un pequeño ensayo sobre la suficiencia de la religión natural.

En su obra “Paseo del escéptico” en 1747, Diderot se preguntó por el sentido de su vida, al mismo tiempo que criticó las extravagancias del catolicismo. Además, trató de establecer una relación entre los descubrimientos científicos y la especulación metafísica en “Carta sobre los ciegos” en 1749. Estas obras le encumbraron como pensador original y, sobre todo, como un gran escritor.

Poco tiempo después fue encarcelado en Vincennes y liberado. A partir de entonces, aunque realizaría muchas más obras, su principal labor la ejerció al frente de la dirección de la Enciclopedia. Entre 1747 y 1772 se fue completando esta impresionante obra cultural, que empezó en manos de Diderot y de D’Alembert, y llegó a reunir más de 150 pensadores e intelectuales de la época.

Pero, como ya se ha mencionado, el pensador francés siguió trabajando y esforzándose en otros frentes. Implantó la crítica de arte (Salón, 1759-1781) y colaboró en la “Correspondencia literaria” de Grimm. Fue el autor que esbozó la teoría de un materialismo dinámico y publicó unas reflexiones sobre la estética teatral, llamadas “La paradoja del comediante” que ilustró en “El hijo natural” (1757) y en “El padre de familia” (1758).

Al margen de estas cuestiones, Diderot también ha sido recordado hasta nuestros días gracias a su importante aportación al mundo novelístico. Escribió varias novelas, entre las que destacan “La religiosa” y “Jaques el fatalista”. La primera era una historia que reflejaba la vida de su hermana, que había fallecido en un convento.

Voltaire y Diderot en el Café Procope

La segunda es considerada por muchos autores como la primera novela moderna, con grandes vínculos con “El Quijote” de Cervantes. Diderot también reflejó su talento polifacético en “El sobrino de Rameau” y revivió su existencia tumultuosa en “Cartas a Sophie Volland”, escritos donde se postuló como defensor de la abolición de la esclavitud y creador de las mayores paradojas de la literatura europea.

En 1773, viajó a Rusia para agradecer a la zarina Catalina II el hecho de haberle comprado su biblioteca. Esta acción por parte de la dirigente rusa es lo que evitó que Diderot sucumbiese a las deudas económicas que le acosaban. Pero aunque estaba decepcionado del despotismo ilustrado, no atacó a la zarina, sino que dirigió su resentimiento contra Federico II con la publicación de “Principios de política de los soberanos” en 1774.

Además, realizó apología de la Séneca en el “Ensayo sobre los reinados de Claudio y de Nerón” (1779-1782). Su pensamiento político se volvió más audaz en sus últimos años (“Apología de Raynal”, 1781) y empezó a ganar mayor popularidad.

Diderot falleció el 31 de julio de 1784 en París. Los que le recordaban, resaltaron de él el hecho de estar dotado de una curiosidad universal y ser un conversador inagotable. Su capacidad de diálogo y su fuerza dramática lo sitúan al margen del resto de filósofos del siglo XVIII. Sus ideas se originaron y se expusieron no tanto según esquemas de la retorica, sino siguiendo un orden dinámico lógico, cosa que no era particularmente habitual entre los pensadores de la época.

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