Características de la Guerra Fría

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Víctor Muñoz Fernández
Apasionado por la Historia, es licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual. Desde pequeño le encantaba la Historia y acabó por explorar sobre todo los siglos XVIII, XIX y XX.

El concepto de “Guerra Fría” fue empleado por primera vez en 1947 por el político norteamericano Baruch. Posteriormente fue Walter Lipman el que lo popularizó en su obra “Cold Ward”. Este término hace referencia a una época de relaciones internacionales caracterizadas por un estado de tensión constante, pero sin llegar nunca a la confrontación abierta y directa.

Las desavenencias entre los dos bloques que conforman la Guerra Fría, occidental y soviético, venían desde la Segunda Guerra Mundial. Los aliados no se comunicaban las distintas victorias que conseguían. La Unión Soviética se calló las victorias sobre Polonia, Rumanía y Bulgaria, mientras que los aliados no informaron de sus avances en la península itálica.

Esta situación no mejoró con las distintas conferencias y tratados, por lo que algunas voces entre los aliados alertaron sobre el “peligro rojo” que cernía sobre Europa: Churchill en Fulton (abril de 1946), Byrnes en Stuttgart (septiembre de 1946), Truman (marzo de 1947) y Marshall (junio de 1947).

La Conferencia de París de julio de 1947, reunida para discutir la aceptación o el rechazo del “European Recovery Plan”, conocido como Plan Marshall, constituyó todo un exponente trágico de la nueva situación mundial. El representante soviético, Molotov, se desmarcó del resto de naciones y se enfrentó a los dieciséis estados europeos que suscribieron la ayuda estadounidense.

El motivo fue que consideraba el plan diseñado por los americanos “una forma imperialista de intervenir en la política europea”. Esta postura la volvió a repetir en la Conferencia de Londres en agosto de 1947, donde se debatía la repartición de las zonas alemanas. Los aliados europeos se negaron a criticar la política estadounidense, lo que causó la creación del Kominform en octubre de ese año.

Pero, aun con todo esto, la chispa que incendió la mecha de la Guerra Fría en Europa fue el Golpe de Praga en febrero de 1948, cuando todos los ministros del gobierno checo dimitieron para criticar la prohibición de Stalin de aceptar el Plan Marshall. Sacando partido a esta situación, el líder soviético impuso al presidente checo un gabinete formado por comunistas partidarios de la Unión Soviética.

La reacción de los aliados frente a esta acción contra la soberanía checa fue la reunificación de sus zonas, creando la llamada “trizona”. Los soviéticos procedieron entonces a cerrar todos los accesos a su zona de Berlín el 24 de junio de 1948. Pero el bloqueo de Berlín fracasó, debido a un puente aéreo establecido por los aliados para garantizar el suministro de víveres y de suministros a sus zonas.

A partir de este momento, Europa se encontró sumida en una Guerra Fría que no tardaría en extenderse al resto del mundo. Las características básicas de este nuevo tipo de conflicto fueron cinco.

Churchill y Stalin, enfrentados tras la Segunda Guerra Mundial (Imagen: Conferencia de Yalta)

Primero, existía una oposición total entre dos ideologías y formas sociales. Por un lado, el modelo americano. Por otro, el modelo soviético. Los países tenderían a adscribirse a unos o a otros a lo largo de los años para poder evolucionar económica y socialmente.

Segundo, había fenómenos económicos, militares y psicológicos implicados. Esta ruptura se apreció sobre todo cuando el 4 de abril de 1949 se fundó la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) y el 14 de mayo el Tratado de Ayuda Mutua del Este de Europa (Tratado de Varsovia). Ambos acuerdos multinacionales harían las veces de pegamento entre los países de los distintos bloques.

Tercero, se dio una tensión permanente cristalizada. Con los años, aparecieron nuevas crisis pero no fueron a más en la mayoría de los casos, porque se quería evitar el estallido de una nueva Guerra Mundial mucho más devastadora que la anterior.

Cuarto, se desarrolló una nueva carrera militar entre las dos potencias que lideraban el mundo. Las nuevas armas sirvieron para amenazar y evitar posibles conflictos, debido a la sombra del fantasma nuclear que se cernía sobre cualquier posible conflagración.

Y en quinto y último lugar, se produjo la división europea en dos. El bloque soviético y el bloque occidental tendieron con los años a unirse, pero hubo grandes situaciones de tensión. La frase de Churchill: “Un telón de acero ha caído sobre Europa”, refleja claramente ese espíritu de división y de inaccesibilidad que existía en el viejo continente.

En definitiva, la Guerra Fría fue un conflicto que duró casi la mitad del siglo XX y que llevó al ser humano al borde de la hecatombe nuclear en varios momentos clave. Se caracterizó por la confrontación constante de los dos bandos, así como por una tensión que impedía atacar o defenderse sin causar grandes pérdidas humanas.

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