La historia del rito de la crucifixión

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Nos encontramos en Semana Santa, una de las principales festividades religiosas del Cristianismo. Mientras la Navidad acerca el lado más amable, generoso y familiar a los hombres, la Semana Santa es una festividad en que se representa el sufrimiento y el calvario que según los textos bíblicos padeció el hijo de Dios por los pecados del hombre.

Cristo en la Cruz

Así, pese al oscurantismo y dolor que parece emanar de esta celebración, lo que realmente celebran los cristianos no es sino un acto extremo de amor por parte de Dios hacia los hombres. El sacrificio de su único hijo por los pecados de toda la humanidad. Un sacrificio voluntario por el que Jesús dejó su vida en lo alto de una cruz para salvar a la humanidad.

Hoy os traemos la historia que se esconde tras este horrible castigo del que los romanos se jactaron de hacer uso, el rito de la crucifixión.
La crucifixión es un método antiguo de ejecución por el que el condenado era atado o clavado (las más de las veces) en una cruz de madera, un poste o un muro y dejado allí hasta su muerte. La crucifixión fue ampliamente utilizada en el Imperio Romano y en culturas vecinas del Mediterráneo, sin duda, influenciadas por la cultura imperial.

Este tipo de tortura y ejecución, fue utilizado por los romanos, según apuntan algunos historiadores, hasta el año 337 d.C. Es decir, después de que el cristianismo fuese “legalizado” por el emperador Constantino pero antes de que se convirtiera en la religión única y oficial del imperio en el año 380 por el Edicto de Tesalónica.

Origen Persa de la crucifixión.
Aunque la crucifixión esté fijada en el imaginario colectivo como uno de los símbolos de la crueldad del Imperio Romano, lo cierto es su origen como herramienta de tortura es mucho anterior. Todo parece indicar que esta práctica se originó en Asiria, donde fue utilizada sistemáticamente por los persas durante el siglo VI a.C. Posteriormente, Alejandro Magno, copió este sistema y lo introdujo en los países del este del Mediterráneo en el siglo IV a.C., siendo los fenicios quienes, probablemente, lo introdujeron en Roma en el siglo III a.C.

Otros posibles orígenes.
De acuerdo con otros académicos, parece que los romanos aprendieron la crucifixión de los cartagineses quienes la utilizaban contra los esclavos, los rebeldes, los piratas, los cautivos de guerra y contra los criminales más sanguinarios.

La Crucifixión de San Pedro, obra de Caravaggio

Es por ello que la crucifixión era considerada como la forma más humillante de morir: clavado en un poste, semidesnudo, con un cartel sátiro sobre la cabeza y expuesto a la intemperie hasta que la inanición, las heridas y la asfixia acababan con la vida del reo. Además, tanto las vestimentas como pertenencias del crucificado podían ser reclamadas tanto por el centurión como por los soldados del grupo de ejecución.

Un castigo prohibido para el verdadero ciudadano romano.
Debido al carácter humillante descrito, la crucifixión era una práctica vetada para los ciudadanos romanos condenados a muerte. Un noble siempre se merecía el mejor de los tratos y hasta en las ejecuciones se mantenía esa máxima.

Así, en el caso de que un ciudadano romano fuese condenado a muerte, antes recibía la honorable muerte de la decapitación o mediante la práctica de seccionar la médula en la zona del cuello por el filo de una espada (algo similar al estoque en los toros).

Incluso en casos de alta traición estaba mal visto colgar a un ciudadano romano que, por propia concepción, prefería morir a espada antes que la muerte lenta, dolorosa y vergonzosa de la crucifixión, donde no sólo la muerte tardaba en llegar sino que el reo se convertía en espectáculo público y objeto de mofa.

La crucifixión devota.
Aunque la práctica de la crucifixión fue abolida por el emperador Constantino al final de su reinado, se sigue practicando hoy como prueba de devoción a Cristo en algunos países. Así son famosos en México los miembros de los “Hermanos de la Luz”, que cada Semana Santa realizan representaciones de la crucifixión de Jesús, donde el penitente es atado con cuerdas a una cruz durante cierto tiempo para participar de la pasión de Cristo. También en Filipinas esa tradicional esta práctica, donde algunos hombres son clavados por voluntad propia para pedir por la protección de sus familiares.

Sin embargo, hay que mencionar que la Iglesia Católica ha reiterado su oposición a este tipo de ritos, puesto que considera que aquellos crucificados que buscan algo a cambio de su sacrificio, contravienen el verdadero significado de la Pasión de Cristo.

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