Revolución de 1848 en Italia

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Víctor Muñoz Fernández
Apasionado por la Historia, es licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual. Desde pequeño le encantaba la Historia y acabó por explorar sobre todo los siglos XVIII, XIX y XX.

El fuego revolucionario que se alzó en París y en Viena en 1848 también alcanzó la península itálica. A diferencia de sus vecinos austríacos, los italianos ya habían tenido varios movimientos liberales y nacionalistas en 1820 y 1830, por lo que fue una revolución bastante más madura. Había sentimientos de unidad y líderes que perduraban de los anteriores conflictos y que guiaron a los italianos hacia una victoria parcial que, no obstante, acabó siendo una derrota amarga.

"Un épisode des cinq journées de Milan en 1848", de Baldassare Verazzi.
«Un épisode des cinq journées de Milan en 1848», de Baldassare Verazzi.

La situación en la península itálica era bastante peculiar. Había siete estados distintos y todos ellos disponían de un régimen absolutista. En el norte, estaba el reino independiente del Piamonte y Cerdeña que comprendía Saboya y Niza. Los ducados de Parma, Toscana y Módena estaban bajo influencia austríaca y el reino Lombardo-Véneto pertenecía directamente al Imperio Austríaco. En el sur se extendían el reino de Nápoles y los Estados Pontificios.

Todos estos estados no tenían ningún tipo de conexión política, ni siquiera una confederación como los reinos alemanes. Pero lo que sí que tenían era una importante tendencia hacia la unificación, que tenía una doble vertiente. Por un lado, la republicana con Mazzini a la cabeza y, por otro, una más moderada y monárquica.

Cuando estallaron las revueltas en París y en Viena, la península itálica se vio afectada ampliamente. Empezaron a sucederse manifestaciones, protestas y barricadas por todo el territorio. El objetivo común de todas ellas era conseguir la libertad política frente a los soberanos absolutistas que los gobernaban, así como librarse del yugo austríaco que les llevaba sometiendo desde principios de siglo.

El norte se levantó contra el Imperio Austríaco y crearon un gobierno provisional con Daniele Manin y Tommasco a la cabeza, quienes proclamaron la República de San Marcos el 24 de marzo de 1848. Lo mismo hicieron Milán y Cerdeña, donde los movimientos estuvieron apoyados y liderados por el rey de Piamonte, Carlos Alberto. Los Estados Pontificios y el Reino de las Dos Sicilias tuvieron las revueltas más importantes. Consiguieron terminar con el absolutismo y formar la llamada “República Romana” en 1849.

Aunque parecía que estaban en un gran momento todas las causas revolucionarias, lo cierto es que Austria no sólo fue capaz de imponerse a las revoluciones internas, sino que también reprimió con dureza las sublevaciones en la península itálica. Los italianos fueron incapaces de mantener una unidad de acción frente a los austríacos, ya que ni el rey de Nápoles ni el papa Pío IX se opusieron a la invasión extranjera. Las tropas imperiales derrotaron con facilidad a Carlos Alberto y, además, la intervención del líder francés Luis Napoleón para restablecer a Pío IX en su poder absoluto fue imparable para las tropas de Garibaldi.

Fue el primer intento que casi fructificó de la unificación italiana y de los movimientos liberales que azotaron la península itálica en el siglo XIX. Pero una cosa quedó clara: había un tremendo sentimiento unitario y había gente dispuesta a morir por la causa. Sin embargo, los partidarios de la liberación y de la nación italiana tuvieron que esperar a la llegada al poder del conde de Cavour para poder tener un país unificado y real.

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