Un grupo de arqueólogos belgas que ha estado escavando en la localidad de Sagalassos, se ha encontrado con un enterramiento particular el cual se trata de un hombre que fue cremado, colocado bajo dos capas de ladrillo, una de yeso y cerca de tres docenas de clavos esparcidos a su alrededor, lo que ha llamado la atención de los investigadores.
Si bien es cierto que se han encontrado tumbas en el pasado con ladrillos para sellarla, clavos esparcidos y una capa de yeso, lo cierto es que se trata de la primera tumba romana con estas características, que por lo general denota un miedo a que el fallecido vuelva al mundo de los muertos o una protección a éste del mundo de los vivos.
Otro dato que ha impresionado a los investigadores es el hecho de que la cremación y entierro se realizaron en el mismo lugar, algo a todas luces inusual ya que lo común era realizar la cremación en un lugar diferente; además de esto, los datos demuestran que mientras la pira funeraria estaba encendida aún se fueron colocando las capas de mampostería para sellar la tumba.
A pesar de que todo parece haberse realizado con rapidez, en el lugar del hallazgo se encontraron varios objetos fúnebres como cerámica lujosa, una moneda romana, pequeños restos de alimentos, entre otros enseres, lo que demuestra que el hombre enterrado era querido y respetado por sus familiares.
¿Por qué pudieron haber enterrado al hombre con estas características?
Una hipótesis apunta que probablemente las personas que se encargaron de este enterramiento, temían el regreso del muerto al mundo de los vivos aunque este miedo no era muy común entre los romanos del siglo II d.C.
No obstante, una hipótesis que busca explicar el hallazgo de esta tumba apunta hacía la nigromancia practicada en tiempos griegos y romanos, una teoría que podría sustentar mejor lo encontrado en Sagalassos.
La nigromancia antigua buscaba a través de fórmulas de hechizos colocar al muerto a su disposición convirtiéndolo en un sirviente; este proceso se realizaba colocando un papiro con inscripciones de una maldición en la tumba, para que luego el fallecido resucitara para cumpliendo la voluntad del nigromante.