Julián Algarra descubrió hace tres años en las inmediaciones del yacimiento arqueológico de Turbil (Beire) una piedra que lo último que hacía pensar era que fuese la cabeza de la estatua más antigua de Navarra.
A pesar de ello, Julián fue cauteloso y avisó de tal hallazgo motivo que hizo al Gobierno de Navarra realizar una intervención arqueológica. Tras realizar excavaciones a lo largo de una superficie de 12 metros consiguieron encontrar el torso de la estatua-estela de Turbil, nombre con el que se la conoce, junto con otras 80 piezas más.
El 21 de junio se presentó oficialmente en Beire, esta estatua perteneciente a la Edad de Hierro, por el arqueólogo Javier Armendariz quien ha recogido el hallazgo en uno de sus estudios calificándolo de “excepcional y único”.
El proceso de restauración comenzó con la unión del torso y la cabeza por medio de unas varillas metálicas para posteriormente proceder a pegar 21 fragmentos encontrados. El resto de las piezas no se pudieron unir a la figura por problemas de inestabilidad.
Al observar la estatua lo primero que impacta es su gran tamaño ya que mide unos 2,75 metros, algo que al parecer no tiene nada que ver con su tamaño original al que los expertos atribuyen una altura de 3 metros al menos. En su rostro podemos distinguir la forma de un ojo, una oreja y parte de pelo.
En su pecho se encuentra una especie de disco-coraza, un arma que era utilizada por la élite aristocrática y proveniente de Oriente Próximo por lo que podría tratarse de un príncipe guerrero, un emblema de la ciudad o la imagen de una divinidad en un santuario.