‘La música’, de Raquel Jiménez, nuevo Cuaderno de Atapuerca de la serie Origen

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Cada vez estamos más convencidos que muchas de las características que nos hacen únicos a los humanos tienen su arranque en modificaciones biológicas que acontecieron hace millones de años.

La música, el sentido musical, acompañada de la danza está presente en todos los pueblos de la tierra, pero trazar su origen en el tiempo no es una tarea sencilla: la música no fosiliza y las primeras canciones parece que se las hubiera llevado el viento.

A desentrañar los primeros instrumentos sonoros que aparecieron y a reconocer cuándo comenzamos a cantar los homínidos, se dedica el próximo cuaderno de la serie Origen, que con el patrocinio de la Fundación Atapuerca llega hoy a las librerías de toda España.

La autora es Raquel Jiménez Pasalodos, Profesora en la Universidad de Valladolid e investigadora de la Universidad de Barcelona, una experta mundial en arqueomusicología, el estudio de las evidencias que existen sobre la aparición de objetos creados con intencionalidad sonora.

Raquel Jiménez repasa las flautas, las caracolas, los litófonos y los silbatos que empiezan a registrarse hace unos 40.000 años, en poblaciones de cazadores-recolectores, y que experimentan un gran desarrollo a partir del neolítico y de la Edad de los metales, viviendo una edad de oro cuando surgen las sociedades estatales y los primeros imperios, para legitimar los papeles divinos de reyes y grandes sacerdotes.

La profesora Jiménez expone que quizá con el bipedismo se reconfiguró toda la anatomía relacionada con la emisión de sonidos, como la garganta o nuestra boca y nos capacitó para el uso rítmico del cuerpo.

Las habilidades manuales y el desarrollo cerebral ayudaron a modelar las entonaciones y a implicarlas en la transmisión de información.

Con la aparición del lenguaje quedaba abierto el camino para comunicar mediante vocalizaciones sofisticadas cualquier estado de ánimo y la habilidad vocal fue seleccionada como ventaja adaptativa.

El musilenguaje, como unión de música y lenguaje, se convirtió en el pegamento del grupo, transmitiendo información al mismo tiempo que servía para estrechar lazos emocionales entre las personas.

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