Las Revoluciones de 1820 como el inicio del cambio liberal en Europa

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Víctor Muñoz Fernández
Apasionado por la Historia, es licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual. Desde pequeño le encantaba la Historia y acabó por explorar sobre todo los siglos XVIII, XIX y XX.

Las Revoluciones de 1820 son el comienzo de la fragmentación definitiva del absolutismo y del antiguo régimen en Europa. Fueron movimientos nacionalistas que tenían como base la consecución de un estado liberal, sin depender de un rey que concentrase todo el poder absoluto. Estaban en las antípodas del Congreso de Viena y de los pactos firmados por la Santa Alianza.

Rafael Riego fue el impulsor de la Revolución de 1820 en España

En el pasado, la mayoría de las revoluciones sucedieron en el norte de Europa (Francia, 1789) o al otro lado del océano Atlántico (Estados Unidos, 1776). Pero las Revoluciones de 1820 se concentraron en el sur de Europa. En concreto, España fue el epicentro de unas revueltas que se extenderían Italia, Portugal y Grecia. También llegarían al norte, a Prusia o a Francia, pero con mucha menor intensidad.

El surgimiento de estas nuevas demandas liberales fue una reacción burguesa a la Restauración aplicada de forma forzosa por los aliados. Como es sabido, la Restauración buscaba restaurar, no reformular las teorías absolutistas previas para adaptarlas a la nueva realidad social europea y mundial. Esto no era aceptado por la población en muchos países, donde se organizaron células conspiratorias en forma de sociedades secretas (carbonarios) que buscaban seguir con el espíritu iniciado por la Revolución Francesa en 1789.

Desde que el General Riego realizó su famoso pronunciamiento en España, todos los pueblos de las naciones adyacentes lo adaptaron a su ideario particular y sirvió de catalizador para sus propios movimientos nacionalistas. El éxito que tuvo el comienzo del trienio liberal en España contagió a Portugal, Grecia e Italia. Fue precisamente en este último donde surgieron con mayor fuerza en Piamonte y en Nápoles.

Aunque estas revoluciones liberales no tuvieron éxito, tuvieron bastante repercusión en el futuro europeo e, incluso, mundial. Por un lado, fueron la clave de la Revolución de 1830 y de la Revolución de 1848, movimientos que terminaron definitivamente con el absolutismo en Europa.

Por otro lado, las revueltas de 1820 supusieron el final del dominio del Imperio Otomano sobre Grecia, ya que consiguieron la independencia y el apoyo de las potencias europeas, en especial, el del Reino Unido. Y por último, el turbio panorama político español fue aprovechado por algunas colonias para independizarse de la corona ibérica. Surgieron nacionalismos y protestas por toda Sudamérica que acabarían por logar su emancipación del dominio español.

En definitiva, aunque no fue una revolución que triunfase en Europa (a excepción de la independencia de Grecia), supuso un cambio que caló dentro de la mentalidad de la época y que acabaría por volver a explotar en 1830 y 1848. Además, empezó a surgir un movimiento que había sido dejado de lado durante los últimos años: el nacionalismo.

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