Los análisis revelan que las Tablas de barro de Astorga son auténticas

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Virginia Musat Lain
Casi graduada en Publicidad y RRPP. Empezó a gustarme la historia en 2º de Bachillerato gracias a un profesor muy bueno que nos hizo ver que tenemos que conocer nuestro pasado para saber hacia dónde nos lleva el futuro. Desde entonces no he tenido oportunidad de indagar más en todo lo que nuestra historia nos ofrece, pero ahora puedo retomar esa inquietud y compartirla con vosotros.

El misterio de las Tablas de barro de Astorga ha mantenido en vilo durante un siglo a los historiadores, que han intentado sin éxito durante décadas esclarecer su autenticidad. Finalmente, la ciencia ha respaldado las teorías de algunos autores como Antonio García Bellido, que defendió fuertemente sus orígenes romanos.

itinerario de barro

El Laboratorio de Datación y Radioquímica de la Universidad Autónoma de Madrid ha llevado a cabo unos análisis de termoluminiscencia que han revelado que, efectivamente, la enigmática tabla pertenece a la mitad del siglo III, entre los años 267 y 276.

Algunos historiadores todavía consideran estas tablas unas falsificaciones, y es algo lógico debido no sólo a su formato, sino al contenido. Las cuatro pequeñas tablas, conocidas también como el Itinerario de Barro de Astorga, muestran cinco rutas romanas inéditas que no aparecen en ningún documento.

La tabla más extraña es la primera, que revela un camino que conectaría Legio VII (la ciudad de León) con un lugar llamado Portius Blendium, que podría tratarse de la localidad de Suances (Cantabria), pasando por Aguilar de Campoo. La primera referencia que se tiene de las tablas aparece en 1902, cuando eran propiedad del coleccionista asturiano Soto Cortés, pero no se sabe cómo llegaron a sus manos. El investigador Diego Santos sólo ha podido averiguar que posiblemente se encontraron “en la región de Astorga”, gracias a la información que recogió en el archivo del coleccionista.

Ángel Morillo, uno de los mejores especialistas del León Romano, sintió curiosidad por las tablas desde que en una clase de la universidad, su profesora, Carmen Fernández Ochoa, les relatara su historia. Morillo preguntó entonces por qué no se analizaban para determinar su procedencia y antigüedad, pero su profesora respondió que “es muy caro y no está a nuestro alcance”. Años después, Fernández Ochoa reorganizó la colección del Museo Arqueológico de Asturias y llamó a Morillo para determinar de una vez por todas si las misteriosas placas de barro eran un falso histórico o ejemplares auténticos.

Como si la historia de las tablas no tuviera ya una buena dosis de incertidumbre, hay todavía muchas incógnitas sobre ellas, como el hecho de que estén firmadas por el duunviro Lépido, un cargo municipal. Además está su finalidad real, aunque algunos historiadores creen que posiblemente servían de guía para los viajeros. También está el hecho de que los itinerarios que aparecen no coinciden con los de otros documentos romanos, y su forma peculiar con un asa superior perforada constituye un caso único.

Aunque además queda por resolver quién las fabricó, ya que los análisis han demostrado que son obra de una misma persona, lo que sí está claro es que las pruebas demuestran que se trata de las auténticas Tablas de barro de Astorga.

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