Los humanos visitaron las pinturas paleolíticas de la cueva Ojo Guareña durante 12.000 años

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Desde hace 13.000 años hasta hace mil, varios grupos de humanos del Paleolítico a la Edad Media visitaron de forma reiterada y frecuente el arte rupestre de la Sala de las Pinturas de la cavidad de Ojo Guareña en Burgos, la cueva más grande de España.

Así lo confirma un estudio que ha analizado y datado los pequeños fragmentos de carbón vegetal para hacer hogueras y pinturas en su interior. 

En la Sala de las Pinturas de la Cueva Ojo Guareña en Burgos existen espacios decorados con diferentes pinturas rupestres de animales, figuras humanas esquemáticas y signos.

Se trata de un lugar relativamente escondido dentro de una de las cavidades más grandes del mundo, ya que cuenta con más de 110 kilómetros.

Para acceder a ella hay que adentrarse por una de sus múltiples entradas y caminar unos 300 metros de profundidad hasta ver en un lateral un pequeño agujero, de alrededor de metro y medio, que da acceso a la Sala Cartón, el preámbulo de la Sala de las Pinturas

Este es el camino que siguieron varios grupos humanos que visitaron este espacio de arte rupestre desde hace 13.000 años hasta hace 1.000. Esto se produjo en el transcurso de al menos cinco fases que se corresponden con diferentes momentos, desde los últimos cazadores recolectores del Paleolítico hasta la Alta Edad Media, pasando por el Neolítico, Calcolítico y Bronce, tres periodos vinculados al desarrollo de las primeras sociedades productoras (ganadería y agricultura) y metalúrgicas.

Los científicos lo acaban de documentar gracias a la aplicación de Espectrometría de Masas con Aceleradores (AMS) en las paredes de la cavidad que ha permitido datar los dibujos en la etapa final de los últimos grupos cazadores recolectores europeos.

“Es una galería que está escondida, por lo que ha tenido que haber, por así decirlo, algún tipo de tradición cultural de carácter oral que ha hecho que durante miles de años se haya transmitido a diferentes grupos humanos que este espacio hay algo”, dice Marcos García Díez, coautor del estudio e investigador del departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Los científicos saben que diferentes grupos humanos estuvieron viendo durante mucho tiempo estas pinturas, porque hay fuegos de una intensidad bastante destacable. “No era simplemente que pasaron por allí, sino que hicieron fuego debajo de las pinturas. Eso sí, desconocemos el significado que le otorgaron o si lo modificaron”, añade el investigador.

El estudio, publicado en la revista Archaeological and Anthropological Sciences, indica que la visita reiterada de los grupos humanos implicó la exploración espeleológica del espacio subterráneo, incluso siendo necesario recurrir a técnicas de escalada. Además, conllevó la reutilización de símbolos por parte de grupos humanos con una tradición económica y simbólica posterior y diferente. 

“Lo que destaca el artículo es que grupos humanos de culturas y tradiciones distintas están aprovechando una simbología previa. Ese reaprovechamiento de grupos posteriores no paleolíticos implica también un respeto hacia las pinturas”, añade García Díez.

La Edad Media paraliza las visitas

Otro hecho que se constata en el trabajo es que durante el cristianismo estas visitas desaparecieron. “Cuando llega la Edad Media dentro no se encuentra ninguna evidencia de actividad, aun sabiendo que hay cientos de sitios con evidencia en la zona vinculados al cristianismo. Se rompe una tradición de uso de la imaginería previa”, subraya el científico.

De hecho, una de las entradas que se sitúa relativamente cerca de la Sala de las Pinturas, tiene evidencias de cristianización desde el siglo VIII o IX. Es en la que se encuentra la denominada ermita de San Tirso y San Bernabé, que todavía se utiliza en la actualidad. 

Los investigadores comprobaron también que los últimos grupos llegaron incluso a cristianizar el lugar, marcando los símbolos ahora considerados paganos. En la entrada de la Sala de las Pinturas se reconoce una zona estrecha donde alguien pintó una cruz que está datada como época histórica.

“Esto indica que en la Edad Media había un conocimiento –pero no una conciencia– de la existencia del arte paleolítico. Alguien de aquella época lo vio porque está marcada la entrada con esa cruz”, continúa García Díez.

Posibles usos simbólicos de los grupos humanos

La datación se ha llevado a cabo sobre los pequeños fragmentos de carbón vegetal vinculados a la iluminación por el interior de la cavidad, bien a modo de teas (astillas para prender fuego) o a modo de puntos iluminación en el suelo, y a la realización de dibujos animales y de signos en las paredes. Con estos últimos se usó el carbón a modo de “lapicero” para dibujar.

“La frecuentación y uso con fines simbólicos de las cuevas se documenta a lo largo de toda la historia, lo que implica la existencia de una conducta humana mantenida en el tiempo que considera las cavidades como lugares simbólicos posiblemente vinculados a acciones espirituales o ideológicas”, concluye el investigador.

Además de la UCM, en la investigación también han participado el Grupo Espeleológico Edelweiss, la Fundación Atapuerca y el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, con el apoyo de la Junta de Castilla y León.

Bibliografía:

Ortega-Martínez, A.I., Martín-Merino, M.Á. & García-Diez, M. “Palaeolithic creation and later visits of symbolic spaces: radiocarbon AMS dating and cave art in the Sala de las Pinturas in Ojo Guareña (Burgos, Spain)”. Archaeol Anthropol.
Vía Sinc.

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