Luis Candelas, el bandolero madrileño

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María Santiago
Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, desde pequeña me he sentido atraída por el mundo de la información y la producción audiovisual. Pasión por informar y ser informada de cuanto acontece en cada rincón del planeta. Asimismo, gusto por formar parte en la creación de un producto audiovisual que posteriormente entretendrá o informará a la gente. Entre mis intereses se encuentran el cine, la fotografía, el medio ambiente y, ante todo, la historia. Considero fundamental conocer el origen de la cosas para saber de dónde venimos y hacia dónde vamos. Interés especial en curiosidades, misterios y sucesos anecdóticos de nuestra historia.

Luis Candelas fue uno de los bandoleros más famosos de España. Era conocido sobre todo en Madrid, lugar en el que había nacido y donde hoy en día se le sigue recordando. Su historia ha sido representada en numerosas ocasiones en la gran pantalla y fue alguien que aún pervive en el recuerdo de los madrileños.

luis candelasNació el 9 de febrero de 1804 muy cerca de la calle Toledo, en el barrio de Lavapiés de Madrid, en el seno de una familia acomodada. De joven trabajó en la carpintería que tenía su padre. Además, de pequeño le habían inculcado el valor por la lectura, que llegó a ser una de sus grandes aficiones y haciendo que trabajara como librero tiempo después.

Sin embargo, en su adolescencia ya comenzó con sus andanzas. Fue procesado por primera vez cuando tenía apenas 15 años, acusado de robo. Dos años más tarde, fue fichado por ser un vagabundo y un año después fue detenido y condenado a seis años de cárcel y trabajos forzados en Málaga por haber robado dos caballos y una mula. Sin embargo, logró fugarse tan solo 8 meses después. Fue capturado de nuevo pero fue indultado en 1825.

Durante el tiempo que había estado libre, se había hecho con una banda de compañeros que le ayudaban en sus fechorías. Sus golpes iban aumentando en gravedad, ya que pasaron a secuestrar gente, asaltar domicilios e incluso llegaron a asesinar, aunque se asegura que Candelas jamás manchó sus manos con la sangre de nadie y que, de hecho, se dice que se comportaba correctamente e incluso con extrema delicadeza.

Se cuenta que una de las fechorías que llegó a cometer fue hacerse pasar por un acaudalado indiano procedente de Perú gracias a una pequeña fortuna que había heredado. Así obtenía una fachada respetable mientras seguía delinquiendo por otro lado. Durante este tiempo se dice que mantuvo romances con damas de la alta sociedad del momento.

La mayor parte de sus crímenes fueron timos en los que se hacía con carteras, relojes o joyas gracias a astutas artimañas. También se situaba a las afueras de la ciudad, en las carreteras que daban acceso a la capital, para asaltar a las diligencias que transitaban la zona y desplumar a sus ocupantes de todo cuanto llevasen.

Solía reunirse con su banda en un bar situado en la parte trasera de la Plaza Mayor de Madrid. Se llamaba El Chuchillo y estaba en la calle Imperial, hoy día desaparecida, muy cerca del actual restaurante Las Cuevas de Luis Candelas.

Pero sus actos se vieron truncados cuando fue apresado de nuevo. Robó un coche de caballos y entre el botín figuraba una capa. Un día paseaba por la Puerta del Sol con la capa puesta cuando fue identificado por el anterior dueño de tal prenda. Éste acudió rápidamente a la policía que no tardó en detenerle. Fue sentenciado a pasar 14 años en la fortaleza de El Hacho, en Ceuta. Sin embargo, mientras era transportado, se escapó de nuevo.

Llegados a este punto, comenzó a plantearse la posibilidad de dar algún buen golpe y retirarse de la vida de bandolero para acabar el fin de sus días con tranquilidad en algún país extranjero. Así, decidió cometer tres trabajos más en el plazo de un mes para hacerse con tan deseada cantidad de parné.

El primer trabajo consistió en entrar en la casa de un sacerdote, al que ataron y amordazaron junto con el servicio de la casa. Después desvalijaron la casa llevándose todo lo que encontraron de valor. El segundo fue el asalto a un tendero de la calle Segovia. Pero fue el tercero el que marcaría su final.

Se llevó a cabo el 12 de febrero de 1837, sábado de Carnaval, en la casa de la sastra oficial de la reina regente María Cristina. Candelas y dos compinches se disfrazaron con ropas elegantes. Al llegar a la casa, dijeron que eran mensajeros de Francia y que traían carta para la señora, ya que habían averiguado que la sastra esperaba con ansia noticias de su hija, que se encontraba en París.

Al entrar en la casa, se fueron directamente a donde se encontraba la mujer. La ataron junto con el servicio y les amordazaron al igual que habían hecho en sus otros actos. Inspeccionaron toda la casa cogiendo todos los objetos que valor que encontraron. Mientras se estaba cometiendo el atraco, llegaron a la casa la lavandera, una de las criadas, dos mujeres mayores y dos amigos de la sastra, a los que hicieron pasar a la misma sala donde ella se encontraba retenida. El robo causó gran consternación en la ciudad.

Candelas y su amante huyeron al norte de España. Se dirigían a Gijón, Asturias, para huir del país. Pero la mujer tenía miedo de dejar el país, y más viendo que todos los miembros de la banda habían sido detenidos. Por ello, decidieron viajar a Portugal. Trató de vender algunas de las joyas que había robado para conseguir dinero. Sin embargo, el 18 de julio de 1837 en Valladolid, fue despertado por la policía que le había encontrado después de días de búsqueda. Tratar de vender las joyas le había acabado delatando.

Fue trasladado a Madrid vigilado por un gran refuerzo policial, por lo que no pudo escapar. Además, la mala fama que se había creado hizo que ni siquiera los sobornos cedieran en su favor. Su juicio duró tres meses y a pesar de las súplicas de su abogado para tratar de que se le perdonase la vida, fue finalmente hallado culpable de 40 cargos y condenado a muerte en el garrote vil.

candelas
Luis Candelas en el Garrote Vil (Museo Municipal)

Fue llevado a la celda de los condenados a muerte el 4 de noviembre de 1837. Como última acción mandó una petición de indulto a la reina María Cristina argumentando que nunca había matado a nadie, pero fue rechazada. Dos días más tarde, a las 11 de la mañana, fue conducido al cadalso situado en el exterior de la Puerta de Toledo.

Allí acudió más gente de la esperada, hasta el punto de que la guardia tuvo que abrir paso para que pasara el carro en el que iba Candelas. Se sentó en la silla de ejecución por su propio pie y pidió decir unas palabras: “Como hombre, he pecado, pero nunca he manchado mis manos con la sangre de otros. ¡Sé feliz, patria mía!”. Después, se llevó a cabo la sentencia y Candelas fue ejecutado.

Imágenes: Dominio Público

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