Mitología griega: ¿Quiénes fueron Ícaro y Dédalo?

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María Santiago
Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, desde pequeña me he sentido atraída por el mundo de la información y la producción audiovisual. Pasión por informar y ser informada de cuanto acontece en cada rincón del planeta. Asimismo, gusto por formar parte en la creación de un producto audiovisual que posteriormente entretendrá o informará a la gente. Entre mis intereses se encuentran el cine, la fotografía, el medio ambiente y, ante todo, la historia. Considero fundamental conocer el origen de la cosas para saber de dónde venimos y hacia dónde vamos. Interés especial en curiosidades, misterios y sucesos anecdóticos de nuestra historia.

El laberinto del Minotauro que se encontraba en Creta y que fue creado por orden de Minos es muy conocido. Pero, ¿quién fue su creador? ¿Por qué se creó? Hoy os mostramos las respuestas a estas preguntas.

Si había un gran escultor y arquitecto en la antigua Grecia ése era Dédalo, quien protagoniza infinidad de relatos antiguos gracias a sus habilidosas artes.

Debido al éxito que tenía, creía que nadie le podía superar. Hasta que un día, un discípulo suyo llamado Talos, que además era su propio sobrino, demostró ser mucho más habilidoso que él.

Inventó una herramienta que resultaría muy útil a la hora de trabajar: la sierra. Para crearla se había inspirado en los dientes de las serpientes.

Ícaro y Dédalo
Teseo y el Minotauro

Dédalo no podía creer que un simple discípulo le hubiese superado en algo tan simple e ingenioso.

Por ello, un día citó a su sobrino en lo alto de la acrópolis y lo lanzó desde lo alto de ésta, provocándole instantáneamente la muerte.

El tribunal de la ciudad decidió expulsarle y siendo exiliado encontró refugio en la isla de Creta, donde gobernaba el rey Minos.

Minos le dio una gran bienvenida y le acogió en su propia corte. En ella, Dédalo llevó a cabo trabajos de diferentes ámbitos, destacando por ejemplo una enorme estatua de bronce que serviría de símbolo para la defensa de la ciudad.

El laberinto del Minotauro

En Creta habitaba un horrible monstruo, el Minotauro, mitad hombre mitad toro. Minos quería encerrarlo para que dejara de causar estragos.

Por ello, encargó a Dédalo la construcción de un laberinto en la ciudad para poder encerrar a la bestia, a la que llegaron a adorar.

El arquitecto hizo un gran laberinto con infinidad de pasillos y recovecos, de tal manera que era prácticamente imposible hallar la salida.

Únicamente la conocían él y la hija de Minos, Ariadna.

Cuando Teseo llegó para matar al Minotauro, Ariadna compartió con él su secreto y salió victorioso. Debido a ello, Minos decidió castigar a Dédalo encerrándole junto con su hijo, Ícaro, en el laberinto.

Las alas de Ícaro y Dédalo

Tras largo tiempo perdidos en el laberinto, por fin Dédalo tuvo una idea de cómo poder salir de allí. Con motivo de hacer una ofrenda al rey, pidió plumas y cera.

Con ello creó unas alas para su hijo y para él y tras probar que verdaderamente servían, se las colocaron y alzaron el vuelo.

Antes de hacerlo Dédalo previno a su hijo de que no se acercase mucho al sol, ya que con el calor que desprendía la cera se podría derretir; tampoco podía acercarse mucho al mar, porque la sal endurecería las alas y con el peso caería.

icaro y dedalo
Ícaro y Dédalo

Por fin emprendieron el vuelo y manteniéndose siempre a una altura razonable, comenzaron su viaje. Sin embargo, a pesar de las advertencias de su padre, deseaba admirar todo cuando le rodeaba y fue ascendiendo para poder visualizarlo mejor.

La consecuencia que esto tuvo fue que se acercó tanto al sol que la cera se derritió, por lo que las alas quedaban destruidas e Ícaro cayó al mar y murió; más tarde recibiría el nombre de mar Icario.

Dédalo llegó por fin a tierra. Llegó hasta Cumas, en Italia, donde levantó un templo en honor al dios Apolo. Desde allí se fue a Sicilia, territorio gobernado por Cócalo.

Allí consiguió estar protegido frente a la furia de Minos, que invertía todos sus esfuerzos en apresarle, pero la mala fortuna le acompañó y murió en el empeño.

Allí vivió Dédalo hasta su muerte, llevando a cabo grandes obras gracias a su gran talento.

Imágenes: Dominio Público.

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