Nuestros antepasados homínidos podrían haberse adaptado a vivir sobre los árboles y en tierra

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Marcelo Ferrando Castro
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Se ha hablado mucho de la habilidad de nuestros antepasados de “bajar de los árboles”, y muchos investigadores ven en el bipedismo terrestre una huella de “humanidad”. Después de todo, la mayoría de nuestros parientes, los primates, todavía pasan su tiempo en los árboles. Los seres humanos son el único miembro de la familia que pasa su vida en tierra, en lugar de en los árboles, pero no siempre fue así.

Esqueleto de Lucy.
Esqueleto de Lucy.

El registro fósil muestra que nuestros antepasados vivían habitualmente en los árboles, hasta que Lucy apareció. Hace 3,5 millones de años apareció en África esta nueva criatura, el Australopithecus afarensis. Los antropólogos coinciden en que el A.afarensis era bípedo, pero no se sabe con seguridad si Lucy y su grupo habían abandonado la vida en los árboles.

El Australopithecus afarensis poseía un tobillo rígido y un pie arqueado que no estaba preparado para aferrar los objetos. Estos rasgos son funcionalmente incompatibles con la escalada”, escribió Nathaniel Dominy, profesor asociado de antropología de Dartmouth y sus co-autores en la PNAS (Procedimientos de la Academia Nacional de la Ciencia).

Sin embargo, esta interpretación puede ser un poco apresurada teniendo en cuenta las nuevas evidencias reveladas por Dominy y sus compañeros: los humanos modernos, al igual que Lucy, se han adaptado al bipedismo terrestre pero también puede trepar a los árboles de forma eficaz.

Los estudios realizados en Uganda y Filipinas han revelado es posible trepar de una forma que se ha descrito como “caminar” hasta los árboles con poca altura. La técnica consiste en “caminar” hacia arriba poniendo las plantas de los pies directamente sobre el tronco, avanzando con las manos y los pies simultáneamente.

Dominy y su equipo documentaron que los escaladores doblaban el pie hacia arriba en un grado extraordinario, más allá de la posibilidad anatómica de los seres humanos. Asumiendo que los huesos de la pierna y el tobillo son normales, la hipótesis plantea que podían disponer de un mecanismo de tejidos blandos que permitiera la flexión extrema del pie hacia arriba.

Pusieron a prueba su hipótesis utilizando imágenes de ultrasonido para medir y comparar la longitud de las fibras musculares del músculo gastrocnemio, y en dos de los grupos de hombres seleccionados (el Agta y el Twa) se descubrió que sí tenían significativamente más largas esas fibras musculares.

Los resultados sugieren que la escalada habitual de estos grupos cambió la arquitectura muscular asociada a la flexión dorsal del tobillo”, escribieron los científicos, lo que demuestra que un pie y un tobillo adaptados a vivir sobre la tierra no excluye la posibilidad de la escalada en el repertorio conductual del Australopithecus afarensis.

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