Una nueva zona arqueológica se dio a conocer el pasado 27 de junio en Roma. El lugar se encuentra entre los extramuros de la Basílica de San Pablo y el monasterio benedictino contiguo.
Durante las excavaciones, ha salido a la luz un antiguo huerto en el que se cultivaban calabazas demostrando que, lo que hoy es la Basílica y el monasterio, antiguamente fue un asentamiento mucho más grande con un santuario para los pobres en el que se alojaban alrededor de 200 personas.
Los trabajos realizados por los arqueólogos han sacado a la luz el diseño de planta y de los antiguos edificios que rodeaban la Basílica de San Pablo, además de 15.000 fragmentos de cerámica, esculturas y monedas.
Aunque hay fuentes literarias que detallan acontecimientos y sucesos que ocurrieron durante la Alta Edad Media en la ciudad de Roma, hasta ahora no había restos arqueológicos que los verificaran. Los objetos hallados proporcionan una idea de cómo era la vida cotidiana por ese entonces y, por lo tanto, facilitan el trabajo a historiadores, ingenieros, arqueólogos y expertos en restauración rebelándoles lo que era un eslabón perdido en la historia de la humanidad y, particularmente, de la ciudad de Roma.