Nuevos análisis revelan censura en los anales de Camden sobre la vida de Elizabeth I

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Leopoldo Ágreda Lovera
Nací en Mérida, un estado andino de Venezuela pero me crié en Caracas la ciudad donde crecí, observando el Ávila y haciéndome las preguntas más importantes sobre la vida, la sociedad y el universo, rodeado de árboles y el sabor agridulce de toda gran ciudad. En el trayecto de mi vida, conocí las calles y sus gentes, las cuales me ayudaron a formarme un mejor criterio de la existencia humana y las ciencias sociales, para luego estudiar en la Universidad Central de Venezuela, donde me he formado como historiador y pensador social. La lectura es uno de mis grandes vínculos con el pasado y la esencia de la humanidad, ya que como dijo Descartes, leer es como tener una conversación con las grandes mentes de la historia; el ajedrez es otra de mis grandes pasiones, ya que me ha ayudado a desarrollar una mejor comprensión de la vida, que junto a la música, forman los tres pilares de mis gustos actuales. Soy familiar, amante de la naturaleza y los animales, porque en ellos ves la esencia de la filosofía y de Dios.

Los Anales de Camden son una obra historiográfica que se consideró durante mucho tiempo por su “imparcialidad” y “objetividad”, en el relato de la vida de la reina inglesa Elizabeth I, aunque los investigadores actuales descubrieron numerosos vestigios de autocensura por parte del autor.

Los investigadores sometieron el manuscrito original a pantallas de luz, con las que pueden observarse tachones, cambios en el texto, sobre escritura, etc., determinando que varios fragmentos se cambiaron, debido al reinado de James I de Inglaterra.

Uno de los elementos para sostener esta afirmación, es una anécdota que cuenta como la reina en su lecho de muerte, nombró a James IV de Escocia y I de Inglaterra como su sucesor; algo que de seguro no sucedió en la realidad.

Los investigadores han conjeturado que el autor trabajó junto a otros colaboradores, quienes al morir los primeros patrocinadores de la obra, quedaron bajo el mando del rey James I de Inglaterra, por lo que fue necesario ajustarse a sus demandas.

Para evitar caer en desgracia frente al nuevo monarca, los autores comenzaron a autocensurarse, algo que se vio como imparcialidad, al no tomar juicios claros contra el rey inglés, o el rey de España Felipe II o el mismo Papa Pío V.

Cuando en los Anales de Camden se elogia a la reina Elizabeth, luego se crea un relato donde el rey James quede mucho mejor, siendo bastante curioso, los tachones, cambios  y erratas que encontraron gracias a colocar los documentos bajo la luz.

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