En muchos relatos sobre los tiempos antiguos e incluso de la Edad Media, se nombra un arma especialmente mortífera denominada fuego griego.
Se trataba de una sustancia especialmente inflamable que según los relatos de la época podía arder hasta debajo del agua.
Nadie podía soportar un ataque con el fuego griego. Bastaba con que una flecha estuviera impregnada para que tanto la nave como el área de alrededor, incluso la superficie del agua, se viera envuelta en llamas. Entre sus propiedades destaca su habilidad para flotar e incluso seguir ardiendo bajo el agua y que se quedaba pegado a su víctima, por lo que moría sin remedio.
Poco a poco se fue incluyendo en las catapultas y en los objetos utilizados para asediar fortalezas. Pero en cambio, lo que más destaca es una especie de lanzallamas creado por medio de un bastón unido a un depósito que contenía el preciado líquido. Al acercarse el enemigo se accionaba y al llevar antorchas o flechas en llamas se prendía el fuego.
El fuego griego era un arma muy utilizada por el Imperio Bizantino a partir del siglo VI. Eran las embarcaciones bizantinas las que frecuentemente llevaban reservas de esta sustancia para lanzar en caso de fueran atacados o encontrasen naves enemigas.
Así consiguieron muchas victorias, entre las que se encuentra la salvación de Bizancio de invasiones árabes. Esto supuso el freno del expansionismo de los pueblos islámicos. Por ello fue muy utilizado por los cruzados.
Es posible que entre sus componentes estuvieran el petróleo en bruto, así se conseguía que flotase sobre el agua, el azufre, que genera vapores tóxicos cuando entra en combustión, la cal viva, que genera una gran cantidad de calor al entrar en contacto con el agua, la resina, que activa la combustión, grasa para juntarlo todo, y nitrato potásico o salitre, que permitiría que siguiera ardiendo bajo el agua al liberar oxígeno.
Pero en la actualidad, se desconocen los componentes. Esto puede ser debido a la gran importancia que tenía como arma secreta de los bizantinos. Se cree que la mezcla fue originalmente creada por un cristiano llamado Callicinus de Heliópolis, y que había aprendido la mezcla en Alejandría.
La habría creado en el año 670 en Constantinopla. El recelo por guardar el secreto llegaba hasta tal punto que cualquiera que averiguase la composición y no formase parte del grupo de alquimistas encargados de elaborarlo era asesinado.