Se reabre el debate en torno al poblamiento de América

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Manuel Álvarez Esteban
Romántico, en el sentido artístico de la palabra. En mi adolescencia tanto familiares como amigos me recordaban una y otra vez que era un humanista empedernido, pues pasaba el rato haciendo lo que quizás otros no tanto, creyéndome Bécquer, inmerso en mis propias fantasías artísticas, en libros y películas, deseando constantemente viajar y explorar mundo, admirado por mi pasado histórico y por las maravillosas producciones del ser humano. Por ello decidí estudiar Historia y simultanear con Historia del Arte, porque me parecía la manera más adecuada de llevar a cabo las habilidades y pasiones que me caracterizan: leer, escribir, viajar, investigar, conocer, dar a conocer, educar. La divulgación es otra de mis motivaciones, pues entiendo que no hay palabra que tenga valor real si no es porque haya sido transmitida con eficacia. Y con ello, tengo la determinación de que todo lo que haga en mi vida tenga un fin didáctico.

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El trabajo publicado en la revista británica Proceedings of the Royal Society a cargo del equipo liderado por el paleontólogo uruguayo Richad Fariña reabre el debate sobre la antigüedad de la presencia humana en el continente americano.

Desde que en 1997 una fuerte sequía reveló el yacimiento paleontológico de Arroyo del Vizcaíno, cerca de la ciudad de Sauce (Uruguay), con abundantes restos de megafauna sudamericana, muchas y de muy diverso tipo han sido las teorías que se han desprendido del estudio de los fósiles. De entre ellas, la posible presencia de marcas de herramientas líticas en algunos de estos huesos fosilizados cuestiona las hipótesis más aceptadas por los arqueólogos, que fechan el poblamiento humano en América en torno al 15.000 antes de nuestra era.

Hasta la fecha, un 5% de entre los más de mil fósiles analizados presenta signos de erosión por útiles de piedra, un hallazgo que según Fariña podría desmontar las teorías clásicas del poblamiento americano si fuera aceptado por la comunidad internacional, pues estos fósiles se remontan al 29.000-30.000 a.C.

Además, la propia composición por edades de los huesos apoya la idea del equipo de Fariña: la abundante presencia de adultos plenos en el yacimiento parece ser un indicio de la intervención humana ya que en caso de no existir y tratarse de un mero hábitat de fauna carnívora, habría más piezas de animales juveniles y ancianos.

Sin embargo, estos nuevos planteamientos cojean de varios pies según algunos arqueólogos y paleontólogos. En primer lugar, existe la posibilidad de que el yacimiento sea un simple cúmulo de restos arrastrados por la corriente fluvial, aunque es improbable pues la fuerza de la misma no parece ser suficiente para mover tal magnitud de fósiles.

Por otra parte, expertos como Rafael Suárez se cuestionan la validez del yacimiento como sitio arqueológico, pues la presencia de material lítico es prácticamente nula. Apenas un pequeño raspador del tamaño de una uña que no respalda, como afirma Suárez, la presencia de humanos en el yacimiento y mucho menos que el mismo haya sido un emplazamiento humano. Otro argumento que se cuestiona es que las marcas halladas al microscopio en los fósiles sean producto del ser humano y no de agentes naturales.

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