Los investigadores de la Universidad de York analizaron heces caninas, recolectadas en el sitio arqueológico de Nunalleq, en Alaska (EE.UU.), y extrajeron proteínas de las muestras para revelar más detalles de la dieta que llevaban en el siglo XVII los perros de trineo del Ártico.
Así, utilizaron una técnica basada en espectrometría de masas en tándem, llamada paleoproteómica, que permite determinar de qué tejidos se originaron las proteínas analizadas.
Los hallazgos sugieren que los perros consumían músculos, huesos e intestinos de una variedad de especies de salmón. Sin embargo, un fragmento en una de las muestras resultó ser un hueso canino, sugiriendo que estos animales comían a otros perros.
Anne Kathrine Wiborg Runge, la estudiante de doctorado de arqueología que dirigió el estudio, afirmó que el permafrost en el Ártico ha conservado heces antiguas que ahora podrían ser utilizadas como una fuente única para revelar más datos sobre nuestros antepasados y sus animales.
«Los perros del Ártico dependen exclusivamente de los humanos para alimentarse durante los largos inviernos, pero pueden haber sido alimentados de forma diferente o con menos frecuencia en verano, o haber sido liberados para valerse por sí mismos», precisó la experta.
Además, la arqueóloga agregó que «los perros de trineo de trabajo son un recurso especialmente caro, ya que requieren hasta 3,2 kilogramos de pescado o carne al día, por lo que el aprovisionamiento de los perros habría desempeñado un papel importante en las estrategias de adquisición de alimentos de las culturas árticas del pasado».