Durante los primeros años del siglo XVII el gobierno shogunato Tokugawa estimuló el comercio exterior llegando a crecer enormemente su fortuna entre los años 1603 y 1635. Pero fue a partir de este último año en el que el shogunato dio un giro por completo y mediante la introducción de las leyes de Reclusión solo se permitió que algunos barcos extranjeros (chinos, coreanos y holandeses) entraran en territorio japonés.
Diez años después el jefe de la misión de las Compañías de las Indias Orientales Holandesas, François Caron, encargó un grupo de cajas de oro de Kaomi Nagashige de Kyoto, un maestro artesano, que formaba parte de las decisiones oficiales de los gobernantes Tokugawa.
En 1639 se había creado un conjunto de 75 cajas cuya decoración presentaba escenas de el “Cuento de Genji”, el cual era un romance escrito en el siglo XI por el noble Murasaki Shikibu y que a menudo se describe como la primera novela. Este conjunto de cajas es hoy en día un tesoro nacional de Japón y parte de la colección permanente del Museo de Arte de Tokuwaka en Nagoya.
La comisión de Caron encargó una docena de cajas con escenas del “Cuento de Genji” ya que compartía una gran simpatía con Shogun Tokugawa Iemitsu. Además Caron aseguró una gran calidad de la laca, semejante a la que se ve normalmente en los palacios de los Shogun. El proceso de elaboración de las cajas duro al menos dos años y entonces fue cuando el Shogunato estableció otra ley que prohibía la exportación de objetos de arte y cuya violación sería motivo de decapitación.
La ley fue promulgada el 14 de agosto de 1643 y permaneció en vigor hasta 1864, sin embargo las cajas salieron de Japón hacia los Países Bajos. El alto precio de las cajas y la inestabilidad creada por la Guerra de los Treinta Años hacían muy difícil su comercialización. En 1658 el hombre más rico de Europa conocido, por entonces el cardenal Jules Mazarino compró dos de ellas y las transporto a Francia en un barco de guerra.
A su muerte en 1661, los cofres transmitidos en herencia fueron vendidos más tarde a William Beckford quien los regaló a su hija Eufemia, esposa del duque de Hamilton. Las cajas se mantuvieron en el Palacio de Hamilton hasta que fueron vendidas en 1882 con el fin de hacer algunas reparaciones en el edificio.
El más pequeño de los dos cofres fue adquirido por el Museo Victoria & Albert y el más grande fue a parar a manos del Presidente de la Real Sociedad de Horticultura y coleccionista Sr Trevor Lawrence quien a su muerte en 1913 liquidó su propiedad pasando el cofre a manos de Sr Clifford Cory, muriendo este último en 1941 momento en el que el cofre terminó su largo y enredado recorrido conocido por la multitud.
Mientras sucedía la batalla de Inglaterra este último cofre se dio por perdido y V & A iniciaron una gran búsqueda con el objetivo de que las dos bellezas volvieran a estar juntas de nuevo.
Al parecer el cofre fue vendido de nuevo a un ingeniero francés que lo utilizó como soporte para su televisión y luego fue trasladado al Valle del Loira donde fue usado como barra de bar. Sin saber nada de esto, la familia del ingeniero llamó a los especialistas en subastas Rouillac para tasar y vender sus bienes y en la novena subasta de junio celebrada en el Castillo de Cheverny el cofre Mazarino se vendió por unos estrepitosos 7,3 millones de euros. El ganador del gran lote fue el Rijksmuseum.