Los 7 nombres del diablo representan una de las tradiciones más fascinantes del pensamiento occidental, donde la religión cristiana, el misticismo judío y el ocultismo renacentista convergen. Estos nombres, muchos de origen hebreo y arameo, no describen simplemente un único demonio, sino una jerarquía demonológica compleja que refleja cómo las culturas antiguas y medievales concebían el mal.
Lo curioso es que la idea de «los 7 nombres del diablo» no proviene de un único texto bíblico. En cambio, surge de la fusión de múltiples tradiciones: los textos apócrifos judíos como el Libro de Enoc, la interpretación teológica medieval de la Biblia, y posteriormente los grimarios renacentistas que organizaban el mundo demoníaco en jerarquías precisas. Cada nombre representa tanto una identidad específica como una función dentro de la cosmología del mal.
La lista más reconocida incluye Lucifer (el orgullo, la luz caída), Mamón (la avaricia y la riqueza material), Asmodeo (la lujuria desenfrenada), Satán (la ira y la adversidad), Leviatán (la envidia y el caos), Belcebú (la glotonería) y Belfagor (la pereza). Cada príncipe demoníaco encarna no solo un pecado capital, sino una fuerza cósmica que se opone al orden divino. De hecho, la realidad es más compleja: estos nombres han variado según tradiciones, épocas e interpretaciones.
El sincretismo es fundamental para entender esta tradición. Durante la Edad Media, la Iglesia cristiana absorbió conceptos de la demonología judía antigua, los reinterpretó a la luz de la teología católica, y luego el Renacimiento los incorporó en sistemas mágicos sofisticados. Los grimarios, especialmente textos como la Clave de Salomón, proporcionaron estructuras detalladas de estos siete príncipes con correspondencias astrológicas, colores, animales y plantas.
Comprender estos nombres es entender cómo la religión occidental, el arte, la literatura y el folclore se entrelazaron durante casi dos milenios. Desde la Divina Comedia de Dante hasta Paradise Lost de Milton, desde la iconografía medieval hasta la cultura pop moderna, los siete príncipes del infierno han dejado una marca indeleble en nuestra imaginación colectiva.
Orígenes: del Antiguo Testamento al ocultismo medieval
La tradición de los siete nombres demoníacos no surge de la nada. Sus raíces se extienden profundamente en el Antiguo Testamento, donde el concepto del mal no era una fuerza única, sino múltiples entidades con nombres, funciones y naturalezas específicas.
La Biblia hebrea: primeros nombres demoníacos
En el Antiguo Testamento hebreo, encontramos los primeros nombres que posteriormente serían incorporados a la lista de los siete príncipes. Satán (שָׂטָן) no comienza como el enemigo supremo, sino como un adversario, literalmente «el acusador». En el Libro de Job, Satán aparece en la corte celestial como un fiscal divino, no como un rebelde independiente. Su transformación en enemigo total ocurre posteriormente, durante el periodo del Segundo Templo.

Leviatán (לִוְיָתָן) representa algo radicalmente diferente: el caos primordial, la serpiente marina que desafía el orden creado. En Job 41, Dios describe a Leviatán como una criatura tan titánica que solo el Creador puede dominarla. Esta no es una entidad maligna en el sentido moral, sino una fuerza de naturaleza salvaje y descontrolada.
Abaddón (אֲבַדּוֹן), cuyo nombre significa «destrucción» o «perdición», aparece principalmente en Proverbios y Apocalipsis. Es menos un demonio personificado que una fuerza de aniquilación, un lugar de ruina donde el mal prospera.
Belial (בְלִיַּעַל) surge en textos posteriores del Antiguo Testamento como una entidad del mal. Su nombre se traduce como «sin valor» o «inútil», sugiriendo una naturaleza fundamentalmente corrupta. En los Rollos del Mar Muerto, Belial comanda los ejércitos de la oscuridad contra los Hijos de la Luz.
El Nuevo Testamento: Lucifer, Mamón y Belcebú
El Nuevo Testamento introduce nombres que no aparecen en la Biblia hebrea, o reinterpreta nombres existentes de formas revolucionarias. Lucifer (Lux Ferre, «portador de luz») proviene de una sola mención en Isaías 14:12, donde se describe a la «Estrella de la Mañana» (la planeta Venus). Posteriormente, la exégesis cristiana aplicó este pasaje a la caída de Satán, imaginándolo como un arcángel radiante que se rebeló por orgullo.
De hecho, esta identificación de Lucifer con Satán no fue universal en los primeros siglos. En la patrística, algunos teólogos mantenían que Lucifer era un demonio diferente, mientras que otros lo consideraban un epíteto de Satán. La confusión persiste hasta hoy.
Mamón aparece únicamente en Mateo 6:24 («No podéis servir a Dios y a Mamón»), donde funciona menos como un nombre propio y más como una personificación de la riqueza. Gradualmente, sin embargo, los teólogos medievales lo elevaron a príncipe demoníaco.
Belcebú (Baal Zebub, «Señor de las Moscas») tiene raíces en el Antiguo Testamento como deidad cananea, pero en los Evangelios se convierte en «el príncipe de los demonios» que, paradójicamente, puede ser acusado de expulsar demonios en nombre propio (Mateo 12:24).
Evolución medieval: el Libro de Enoc y la demonología sistemática
Aquí es donde el sistema comienza a consolidarse. El Libro de Enoc, un texto apócrifo judío de los siglos III-II a.C., describe a los «Vigilantes» (watchers), ángeles que se rebelan contra Dios y enseñan a los humanos artes prohibidas. Enoc proporciona nombres específicos: Azael (o Azazel), Samyaza, Armers, Baraqel, y otros.
La Edad Media cristiana absorbe estas tradiciones, filtrándolas a través de la teología católica. En el siglo XIII, Tomás de Aquino en su Summa Theologiae desarrolla una categoría sistemática de demonios jerárquica, dividida en nueve órdenes que corresponden a las nueve órdenes angélicas (un reflejo oscuro). Esta es la estructura que posteriormente adoptarían los grimarios renacentistas.
Luego llega el Malleus Maleficarum (1486), el tratado sobre la caza de brujas escrito por Heinrich Kramer y Jacob Sprenger. Aunque su intención es erradicar la brujería, el libro proporciona inadvertidamente la descripción más detallada de la época sobre cómo funcionaba la demonología. Los siete príncipes emergen aquí como los líderes indiscutibles del mundo demoníaco.
Los 7 príncipes demoníacos: la jerarquía infernal
Aunque las listas varían según la fuente —algunos grimarios incluyen ocho príncipes, otros modifican los nombres—, la siguiente tabla representa la configuración más consistente en la tradición occidental:
| Príncipe | Pecado Capital | Etimología | Atributos Clave |
|---|---|---|---|
| Lucifer | Orgullo | Latín: «Portador de luz» | Luz falsa, belleza corrupta, conocimiento prohibido |
| Mamón | Avaricia | Arameo: «Riqueza» | Tesoros, codicia, posesiones terrenales |
| Asmodeo | Lujuria | Persa: Possibly «Hasmodai» (demonio) | Pasión desenfrenada, seducción, caos sexual |
| Satán | Ira | Hebreo: «Adversario» | Conflicto, venganza, rebelión |
| Leviatán | Envidia | Hebreo: Posiblemente «enrollado» | Caos, serpiente marina, celos primordiales |
| Belcebú | Glotonería | Fenicio: «Señor de las Moscas» | Degradación, corrupción, consumo desmedido |
| Belfagor | Pereza | Moabita: Posiblemente «Baal de la brecha» | Indolencia, olvido, apatía espiritual |
Lucifer: el Portador de Luz caído
Lucifer representa la rebelión suprema. En la tradición medieval, era el arcángel más hermoso y poderoso, favorito del Trono Celestial, hasta que su orgullo lo llevó a desafiar a Dios. Su nombre, «Portador de Luz», se convierte en una amargura: la luz que lleva es falsa, una ilusión que seduce a quienes la persiguen.
Lo interesante es que Lucifer comanda la jerarquía demoníaca, pero rara vez aparece directamente en las posesiones o rituales. Es el arquitecto del mal, no su ejecutor. En la Divina Comedia, Dante lo describe congelado en el centro del infierno, impotente y condenado, lo cual contrasta dramáticamente con su posición como emperador del mal.
Mamón: el dios de las riquezas
Mamón encarna la corrupción material. Mientras que otros príncipes personifican impulsos emocionales (la ira, el deseo), Mamón representa una inversión de valores. Convierte la seguridad en avaricia, la necesidad en obsesión. Su dominio son las bolsas de comercio, los bancos, las cámaras del tesoro.
En la tradición medieval, Mamón aparece frecuentemente en posesiones asociadas a la codicia desenfrenada. Los ricos posesos describían visiones de oro y joyas, una tentación sin fin. Mamón promete abundancia pero entrega vacío existencial.
Asmodeo: el demonio de la lujuria
Asmodeo tiene raíces en la tradición persa, aunque fue adoptado por la demonología judía. En el Libro de Tobías (apócrifo), Asmodeo es especificamente el demonio que mata a los maridos de Sara antes de que se consumen los matrimonios, un demonio de turbulencia sexual específicamente.
De hecho, Asmodeo es quizás el más «activo» entre los siete. Las descripciones medievales lo representan con forma humana pero con alas de murciélago, rodeado de llamas. Su pecado no es simplemente el deseo sexual, sino su perversión: la lujuria como violencia, como corrupción de lo natural.
Satán: el Adversario Eterno
Satán es el más antiguo de los nombres, pero también el más malinterpretado. En origen, simplemente significa «adversario», una función más que una identidad. Pero a través de los siglos, Satán se convierte en sinónimo de Lucifer, de todo el mal demoníaco.
La función de Satán es la acusación y la tentación. Mientras que otros demonios son operarios del pecado, Satán es el fiscal que expone la debilidad humana. En teoría teológica medieval, Satán tiene derecho a reclamar las almas de quienes pecan, porque ellos mismos eligen el pecado.

Leviatán: el Caos Primordial
Leviatán es fundamentalmente diferente de los otros príncipes. Donde Lucifer representa la rebelión inteligente, Leviatán encarna el caos puro. En Job, Dios mismo describe a Leviatán como una criatura tan salvaje que solo Él puede dominarla. No es un ángel caído, sino una fuerza de naturaleza anterior al orden creado.
En la demonología medieval, Leviatán representa la envidia porque encarna la naturaleza fundamental de lo irredento: nada que cree puede permanecer, todo vuelve al caos. La envidia es su pecado porque Leviatán envidia el orden mismo de la creación.
Belcebú: señor de la corrupción
Belcebú («Señor de las Moscas») es la corrupción hecha visible. Las moscas son plagas, portadoras de enfermedad. En la tradición medieval, Belcebú comanda los enjambres de espíritus menores que corrompen y degradan.
Lo curioso es que en algunos textos, Belcebú aparece como segundo al mando después de Lucifer, casi un vicerrector del infierno. Su glotonería es insaciable: devora, corrompe, contamina todo lo que toca. No busca satisfacción, sino la difusión de la corrupción misma.
Belfagor: el demonio de la pereza
Belfagor es el menos conocido, pero quizás el más insidioso. Su pecado no es la ausencia de acción, sino la perversión de ella. La pereza que representa Belfagor es la espiritual: la apatía hacia lo divino, el olvido de Dios.
En la tradición folklórica italiana (especialmente en el Machiavelli), Belfagor aparece como un demonio que desciende a la tierra con formas humanas, frecuentemente causando desorden en matrimonios y familias. Su estrategia es sembrar indiferencia donde debería haber conexión.
Sincretismo: cristianismo, judaísmo y ocultismo
El concepto de los siete príncipes no es puro cristianismo, ni pura tradición judía. Es un sincretismo sofisticado, una fusión de tradiciones que se produjeron durante siglos de encuentro y conflicto entre culturas.
La tradición judía antigua
El judaísmo antiguo, particularmente en periodos de exilio babilónico, incorporó elementos de cosmología persa. Los textos posteriores del Antiguo Testamento (Tobías, Macabeos) muestran ya una demonología más sistemática que los libros más antiguos.
El Libro de Enoc, aunque reconocido como apócrifo, fue enormemente influyente. Describe a los Vigilantes como ángeles caídos que se rebelaron y enseñaron a la humanidad el conocimiento prohibido. Esta narrativa proporcionó un marco para entender cómo el mal se estructuraba en jerarquías.
La Cábala judía posterior desarrolló sistemas de correspondencias: cada demonio se asociaba con un sefirah invertido, con colores, números y letras del alfabeto hebreo. Aunque esta es una tradición mística compleja, proporcionó la estructura lógica que los estudiosos medievales cristianos adaptarían.
La interpretación cristiana medieval
La Iglesia medieval necesitaba sistematizar lo que encontraba en la Biblia fragmentariamente. Tomás de Aquino, el teólogo más influyente del Medioevo, sintetizó la tradición bíblica, la patrística cristiana temprana, y la filosofía aristotélica para crear un modelo coherente.
Para Aquino, los demonios no eran caóticos. Tenían naturaleza (espíritus puros, como los ángeles), inteligencia y volición. Su caída fue resultado de su libre elección de rechazar a Dios. Y crucialmente, podrían organizarse en jerarquías paralelas a las celestiales.
Este modelo permitía a los teólogos responder preguntas incómodas: ¿Por qué Dios permite el mal? ¿Cómo funciona la posesión demoniaca? ¿Qué autoridad tienen los demonios sobre los humanos? La respuesta: tienen solo la autoridad que Dios permite, y aquella que los humanos, mediante el pecado, voluntariamente les conceden.
El grimario renacentista: magia y sistematización
Con el Renacimiento llega una transformación crucial con el surgimiento del ocultismo. Los grimarios como la Clave de Salomón (atribuida falsamente al rey bíblico) consolidan los siete príncipes en un sistema ritual completo. No se trata simplemente de teología, sino de praxis: cómo evocar, controlar y negociar con estos príncipes.

En estos textos, cada príncipe tiene:
- Un nombre específico (a menudo con variaciones)
- Una función (qué poderes posee)
- Un sigilo (un símbolo geométrico para invocación)
- Correspondencias astrológicas (qué planeta o estrella lo controla)
- Colores y elementos asociados
De hecho, los grimarios medievales y renacentistas creían que esta sistematización otorgaba poder. Si conoces el nombre verdadero de un demonio, si entiendes su naturaleza completa, puedes negociar con él, subordinarlo a tu voluntad mediante rituales precisos.
Representaciones artísticas y culturales
La influencia de los siete príncipes trasciende la teología. Han moldeado el arte, la literatura y la imaginación occidental durante milenios.
Literatura: de Dante a Milton
Dante Alighieri, en la Divina Comedia (1320), proporciona una de las representaciones más icónicas. En el Infierno, organiza las penas en círculos correspondientes a los pecados, con demonios específicos supervisando cada región. Lucifer mismo está congelado en el centro del universo, impotente y burlado, una imagen profundamente poética de la derrota final del orgullo.
John Milton, en Paradise Lost (1667), presenta una cosmología más sofisticada aún. Su Satán es inteligente, seductor, casi simpático en su defensa del orgullo. Milton muestra cómo el demonio no es simplemente malvado, sino un rebelde que cree tener razón. Lucifer aquí es teatral, grandilocuente, fascinante.
Estos textos no solo entretenían. Moldeaban la comprensión teológica. Muchos cristianos medievales aprendían sobre el infierno y sus príncipes a través de Dante, no a través de tratados teológicos.
Iconografía visual
En el arte medieval y renacentista, los príncipes demoníacos recibieron formas visuales consistentes:
- Lucifer: hermoso, radiante, pero con detalles que revelan corrupción (ojos negros, deformidades ocultas)
- Mamón: obeso, rodeado de oro, frecuentemente con monedas por todo el cuerpo
- Asmodeo: figura andrógina, seductora, con llamas
- Satán: musculoso, amenazante, frecuentemente con cuernos (un añadido medieval sin base bíblica)
- Leviatán: serpiente marina colosal, con múltiples cabezas
- Belcebú: rodeado de moscas, forma humana degradada
- Belfagor: débil, adormecido, a veces casi cómico
El texto Ars Goetia (siglo XVII, aunque compilado de tradiciones anteriores) incluye grabados de cada demonio con instrucciones precisas de cómo evocarlos. Estas imágenes circularon entre estudiosos de magia, ocultistas y, gradualmente, se filtraron a la cultura popular.

Influencia moderna
Los siete príncipes aparecen constantemente en la cultura contemporánea:
- Cine y televisión: The Exorcist invoca explícitamente la demonología católica. Supernatural utiliza la jerarquía demoníaca como estructurador del universo de la serie.
- Literatura fantástica: Stephen King, Neil Gaiman y otros confían en la demonología tradicional para proporcionar consistencia a sus mundos.
- Videojuegos: Diablo III estructura sus enemigos alrededor de la demonología tradicional. Doom Eternal reimagina la cosmología infernal.
- Música: El metal satánico ha adoptado iconografía y nombres de los príncipes. Bandas como Behemoth y Morbid Angel construyen toda su estética alrededor de la demonología.
Incluso el Halloween moderno, con sus decoraciones de demonios y brujas, es una secularización lejana de estas tradiciones medievales.
Interpretaciones psicológicas y filosóficas
¿Qué significan realmente los siete príncipes? ¿Entidades literales, arquetipos psicológicos, o simplemente metáforas del mal humano?
Carl Jung y la sombra
Carl Jung entendió los demonios como manifestaciones de la «Sombra«, el aspecto inconsciente y rechazado de la psique. Lucifer representa el yo glorificado que se niega a someterse, la voluntad que se diviniza. Los otros príncipes son facetas fragmentadas de deseos reprimidos.
En esta lectura jungiana, no combates a los demonios mediante exorcismo, sino mediante integración. Reconoces la ira (Satán), la lujuria (Asmodeo), la codicia (Mamón) como partes tuyas, las integras conscientemente, y de este modo son transformadas.
Filosofía medieval y Tomás de Aquino
Para Tomás de Aquino, los demonios eran reales, pero su poder era limitado. Podrían tentar, pero no controlar la voluntad. El verdadero mal surge cuando los humanos libremente eligen el pecado. En esta lectura, Lucifer y sus príncipes no son los auténticos villanos; los humanos que conscientemente abrazan el mal lo son.
De hecho, esta es una visión radicalmente diferente de la que adoptan muchos grimarios posteriores, que sugieren que los demonios poseen poder casi irresistible.
Perspectiva moderna
La neurociencia moderna no encuentra «demonios» en el cerebro, pero sí encuentra los mecanismos neurológicos del miedo, la agresión, la lujuria y la avaricia. Los siete príncipes, en esta lectura, son personificaciones de sistemas cerebrales primitivos que pueden dominar la conducta humana si no son regulados por la corteza prefrontal.
El debate sigue abierto: ¿Lucifer es una fuerza cósmica objetiva, o una proyección del inconsciente humano? La respuesta probablemente dependa de tus creencias, pero la consistencia de estas imágenes a través de culturas y siglos sugiere que toca algo profundo en la experiencia humana compartida.
Atributos completos de los príncipes
| Príncipe | Pecado | Color Astrológico | Animal Asociado | Piedra Preciosa | Planeta |
|---|---|---|---|---|---|
| Lucifer | Orgullo | Rojo/Oro | León | Rubí | Sol |
| Mamón | Avaricia | Verde | Serpiente | Esmeralda | Mercurio |
| Asmodeo | Lujuria | Azul | Cabra | Zafiro | Venus |
| Satán | Ira | Rojo Oscuro | Tigre | Granate | Marte |
| Leviatán | Envidia | Negro | Dragón | Diamante | Neptuno |
| Belcebú | Glotonería | Amarillo | Moscas | Topacio | Júpiter |
| Belfagor | Pereza | Gris | Cerdo | Cuarzo Ahumado | Saturno |
Preguntas frecuentes
¿Cuáles son exactamente los 7 nombres del diablo?
Los siete príncipes demoníacos más reconocidos son Lucifer (orgullo), Mamón (avaricia), Asmodeo (lujuria), Satán (ira), Leviatán (envidia), Belcebú (glotonería) y Belfagor (pereza). Cada uno representa tanto un demonio específico como un pecado capital. Sin embargo, las listas varían según tradiciones, textos y autores; algunos grimarios incluyen nombres adicionales o variantes.
¿De dónde provienen estos nombres en la Biblia?
Provienen de múltiples fuentes bíblicas. Satán y Leviatán aparecen en el Antiguo Testamento (Job, Isaías). Lucifer proviene de una sola mención en Isaías 14:12. Mamón aparece en Mateo 6:24. Belcebú está en los Evangelios (Mateo 12:24). Asmodeo y Belfagor tienen raíces menos claras, posiblemente en deidades paganas reinterpretadas. El «grupo de siete» es una construcción medieval, no bíblica directa.
¿Todos los demonios son príncipes o hay una jerarquía?
Existe una estructura jerárquica compleja. Los siete príncipes son los comandantes supremos del infierno. Bajo ellos hay demonios de menor rango, divididos en categorías por especialidad (demonios de la enfermedad, del engaño, etc.). Algunos textos hablan de nueve órdenes demoníacas que espejo las nueve órdenes angélicas celestiales. El sistema es más parecido a una burocracia infernal que a caos puro.
¿Es lo mismo Satán que Lucifer?
Técnicamente no, aunque frecuentemente se confunden. Satán es el nombre más antiguo, significa «adversario» y aparece en el Antiguo Testamento. Lucifer emerge de la interpretación cristiana medieval de Isaías 14 como el «portador de luz caído». Algunos textos los tratan como sinónimos, otros como entidades distintas. En teología moderna, Satán generalmente se usa como nombre del demonio supremo, Lucifer como su identidad anterior a la caída.
¿Qué es la demonología y por qué existe como disciplina?
La demonología es el estudio sistemático de los demonios: su naturaleza, jerarquía, nombres, funciones y poder. Existe porque la teología medieval necesitaba responder preguntas fundamentales: ¿Cómo actúa el mal en el mundo? ¿Qué autoridad tienen los demonios? ¿Cómo se produce la posesión? ¿Qué pueden y no pueden hacer? La respuesta requería un sistema coherente.
¿Cómo aparecen estos demonios en grimarios y magia ceremonial?
En textos como la Clave de Salomón, cada príncipe tiene sigilos (símbolos mágicos), horarios de poder, correspondencias astrológicas y ritualmente específicos para evocación. El grimorio asume que si conoces el verdadero nombre del demonio, su naturaleza completa y pronuncias los encantamientos correctos, puedes obligarlo a responder tu llamada. Esto refleja una creencia de que el lenguaje, correctamente utilizado, otorga poder sobre la realidad.
¿Influyen estos conceptos en la cultura moderna?
Sí, profundamente. Literatura contemporánea (Stephen King, Neil Gaiman), cine (The Exorcist, Supernatural), videojuegos (Diablo, Doom) y música (metal satánico) todos recurren a la demonología tradicional. Incluso cuando se seculariza, la estructura permanece: conflicto entre fuerzas de orden y caos, entre bien y mal personificados. La consistencia de estas imágenes sugiere que toca arquetipos profundos de la experiencia humana.
¿Hay diferencias entre tradiciones religiosas (cristiana, judía, islámica)?
Significativamente. La tradición cristiana enfatiza a Lucifer/Satán como rebelde contra Dios. La judía enfatiza a Samael y otros espíritus de castigo. La islámica personifica la tentación en Iblis/Shaytán, aunque sin el sistema jerárquico de siete príncipes. Cada religión reinterpretó tradiciones compartidas a través de sus propias teologías y énfasis culturales.
¿Son reales estos demonios o solo construcciones simbólicas?
Esta es la pregunta abierta de la demonología. Para creyentes religiosos tradicionales, son entidades reales. Para jungiano, son proyecciones del inconsciente. Para neurocientíficos, son metáforas de sistemas cerebrales primitivos. Para escépticos, son ficciones culturales. La respuesta depende de tu marco interpretativo. Académicamente, lo que está claro es que la creencia en ellos fue real y tuvo consecuencias reales (posesiones reportadas, caza de brujas, exorcismos).
¿Dónde puedo aprender más sobre demonología?
Fuentes académicas incluyen el Malleus Maleficarum, textos teológicos de Tomás de Aquino, y estudios modernos como Lucifer: The Devil in the Middle Ages de Jeffrey Russell. Para visión mística/esotérica, los grimarios (Clavis Salomonis, Ars Goetia). Para análisis psicológico, Jung. Para contexto histórico, Stuart Clark’s Thinking with Demons. Cada perspectiva ilumina aspectos diferentes de este fascinante fenómeno cultural.
Fuentes y bibliografía
Bibliografía en español
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- Baroja, Julio Caro (1966) – El mundo mágico – Istmo
- García Mateo, Rogelio (2005) – Demonios y Ángeles en la Tradición Cristiana – Sígueme
- Michelet, Jules (1992) – La Bruja – Taurus
- Figueira, María Elena (2012) – Brujería y demonología en España – Tesis doctoral, UNED
- Ruiz, Juan Manuel (2010) – Demonología Medieval Española – Universidad Complutense
- López-Baralt, Luce (2008) – Esoterismo en la España Medieval – Trotta
- García García, Alfonso (1998) – Malleus Maleficarum: Edición Crítica – UCM
Bibliografía en inglés
- Russell, Jeffrey Burton (1981) – Lucifer: The Devil in the Middle Ages – Cornell University Press
- Clark, Stuart (1997) – Thinking with Demons: The Idea of Witchcraft in Early Modern Europe – Oxford University Press
- Summers, Montague (1926) – The Malleus Maleficarum – Dover
- Guiley, Rosemary Ellen (2003) – The Encyclopedia of Demons and Demonology – Checkmark Books
- Kors, Alan C. & Peters, Edward (1972) – Witchcraft in Europe, 1100-1700 – University of Pennsylvania Press
- Walker, D.P. (1958) – Spiritual and Demonic Magic from Ficino to Campanella – Penn Press
- Karras, Ruth Mazo (2005) – Sexuality in Medieval Europe – Routledge
- Cohn, Norman (1975) – Europe’s Inner Demons – Basic Books
Textos antiguos y primarios
- Libro de Enoc (Apócrifo judío, siglos III-II a.C.)
- Biblia – Libro de Job (Capítulos 40-41, descripción de Leviatán)
- Kramer, Heinrich & Sprenger, Jacob (1486) – Malleus Maleficarum
- Pseudo-Salomón (siglo XVI) – Clavis Salomonis (Clave de Salomón)
- Mathers, MacGregor (1888, original anterior) – The Key of Solomon the King
- Crowley, Aleister (1904) – Ars Goetia
- Dante Alighieri (1320) – Divina Comedia – Infierno
- Milton, John (1667) – Paradise Lost – Penguin Classics
- Goethe, Johann Wolfgang (1808) – Fausto
Teología y filosofía
- Aquino, Tomás de (1273) – Summa Theologiae, Parte I, Cuestiones 50-65
- Pseudo-Dionisio Areopagita (circa 500) – Jerarquía Celestial
- Agustín de Hipona (circa 410) – La Ciudad de Dios, Libros XI-XIII
- Bernardo de Claraval (siglo XII) – Sermones y escritos sobre el demonio
Ocultismo y esoterismo
- Lévi, Eliphas (1855) – Dogme et Rituel de la Haute Magie.
- Blavatsky, Helena P. (1888) – La Doctrina Secreta.
- Waite, Arthur Edward (1911) – The Book of Ceremonial Magic.
Análisis académicos modernos
- Sturluson, Snorri (1220) – The Prose Edda.
- Journal of Medieval History – Artículos seleccionados sobre demonología medieval
- Church History Review – Evolution of Demonic Hierarchy in Medieval Theology
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- Malleus Maleficarum: el manual del cazador de brujas.
- Cábala judía: mística y correspondencias.
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