Un equipo de científicos publicó un estudio el pasado 3 de marzo en la revista European Journal of Archaeology, en el que revelan haber identificado la que podría ser la momia más antigua hallada hasta la fecha en todo el mundo.
La evidencia proviene de varias fotografías encontradas entre las pertenencias de Manuel Farinha dos Santos, un arqueólogo portugués que falleció en 2001 y que había trabajado con una docena de antiguos esqueletos humanos excavados en el valle del Sado (Portugal) a principios de la década de 1960.
Los entierros datan del Mesolítico o Edad de Piedra Media, hace unos 8.000 años, lo que significa que son más antiguos que cualquier momia egipcia o que las halladas en el desierto de Atacama (Chile).
Según los investigadores, al menos uno de esos cuerpos había sido momificado, posiblemente para facilitar su transporte antes de su entierro.
«Es muy difícil hacer estas observaciones (a través de fotografías), pero es posible con métodos combinados y trabajo experimental», dijo a Live Science Rita Peyroteo-Stjerna, autora principal del estudio.
Los científicos observaron que los huesos de uno de los esqueletos estaban «hiperflexionados», es decir, los brazos y las piernas habían sido movidos más allá de sus límites naturales, lo que indica que el cuerpo fue atado con ligaduras ahora desintegradas que se apretaron después de la muerte del individuo.
Además, notaron que los huesos del esqueleto aún estaban articulados después del desentierro, en particular los huesos de los pies, que generalmente se deshacen por completo cuando un cuerpo se descompone.
Tampoco había signos de que el suelo de la antigua tumba hubiera llenado los vacíos que deja el tejido blando a medida que se descompone, lo que sugiere que no hubo tal descomposición.
Peyroteo-Stjerna explica que todos estos elementos indican que el cuerpo fue momificado y que el individuo se hizo más pequeño progresivamente por el ajuste de las ataduras.
Los científicos determinaron que el cadáver probablemente fue colocado en una plataforma elevada para permitir que los fluidos de descomposición se drenaran y evitar así un mayor contacto con el cuerpo.
Además, parece que el procedimiento de momificación incluía el uso de fuego para secar el cadáver y que las ataduras se apretaban progresivamente con el tiempo para conservar la integridad anatómica del cuerpo.