Los estudios en las lenguas indoeuropeas que actualmente son habladas en casi la mitad de la población mundial, con lenguas que van desde el inglés o alemán, pasando por el español y francés, llegando incluso a las lenguas indoiranias, han logrado detectar un ancestro común que hasta ahora no había podido ser descubierto y es clave en la comprensión de la expansión de las lenguas indoeuropeas en la región de Anatolia.
Se trata de la comunidad del Cáucaso y Bajo Volga conocida con las siglas CLV, que se reconocieron luego de exhaustivos análisis genéticos.
Los estudios anteriores habían reconocido la cultura Yamnaya entre 3300 y 2600 a.C., como la principal fuente de expansión de la cultura indoeuropea, pero está hipótesis tenía la dificultad que genéticamente no incorporaba al grupo Anatolio, que a pesar de conocerse que utilizaban una lengua indoeuropea, genéticamente no poseían ascendencia yanma, por lo que debió existir un grupo anterior que los unificara a todos.
Ese grupo ha sido descubierto recientemente gracias a los estudios genéticos, detectando que una comunidad del Cáucaso y Bajo Volga, ubicada cronológicamente entre el 4500 y el 3500 a.C., son el eslabón perdido de las lenguas indoeuropeas.
En primer lugar, los investigadores encontraron que la cultura Yamnaya posee un 80% de genes de la población del Cáucaso y Bajo Volga, pero luego de estudiar generalmente a varios individuos anatolios, descubrieron que está población aportó una décima parte en la ascendencia genética de los grupos anatolios.
La lengua proto indoeuropea tiene en esta cultura del Cáucaso y Bajo Volga su referente, que según los estudios llegó a un punto álgido entre los siglos 4400 al 4000 a C., lo que permitió la primera expansión de las lenguas indoeuropeas.