La versión que aparece en las guías de una ciudad no es siempre la versión en la que viven sus habitantes. El viajero que busca convivir con un destino, sentirse parte de él y no ser un simple espectador, habitualmente, se encuentra con lugares preparados y retocados para formar parte de los álbumes de fotos de los visitantes. Pero, en todas las ciudades, hay lugares que las convierten en lo que son. Y no necesariamente puntos de atención turística masiva. Budapest está lleno de ellos.
El mercado central es uno de esos lugares. Imprescindible para la compra de paprika, salami o alimentos aptos para el viaje que degustar una vez en casa, también es un lugar perfecto para aprender a cocinar platos típicos. En su última planta, el viajero podrá asistir a clases de gulash, crepes de requesón o strudel de amapola.
Pero, además, el mismo mercado sirve de para comprar lángos (una especie de pizza hecha con pasta de patata) y degustarlo sentado en alguna plaza. De hecho, existen muchos lugares en los que adquirir platos que comer en la calle. Los mercados de la plaza Lehel y de la calle Fény, o los Gyorkorcsi y sus peculiares Kolbászda, son perfectos para los más atrevidos con los sabores.
Precisamente uno de los platos más característicos de Budapest (o de Hungria en general) son la versión local del strudel. Además de la típica manzana, en la ciudad del Danubio se pueden encontrar de amapola, requesón, pollo, jamón o col, entre muchos otros ingredientes. Si buscan un lugar ideal para saborearlos, el Reteshaz Strudel House es de los mejores.
Pero si se habla de comida y bebida en lugares peculiares, no se puede olvidar la visita a los estudios de cine Korda. A unos 50 kilómetros del centro de la ciudad, ha servido de decorado para un sinfín de películas, tanto europeas como americanas y cuenta con un magnífico museo del cine. Lo más curioso es que se encuentra en el llamado Valle de las mujeres alegres, un lugar en el que hay un sinfín de bodegas en las que probar los vinos y licores locales y degustar los platos típicos en un entorno más que mágico.
Otro de los planes de los habitantes de la ciudad es pasar el tiempo en los baños públicos. Hay muchos y muy famosos, pero los de Széchenyi son los más auténticos. Con 15 piscinas, tres de ellas enormes y al aire libre, y el resto interiores y con distintas temperaturas, es uno de los lugares más concurridos por los locales. Situados en una de las múltiples zonas verdes de Budapest, se puede completar el día con la visita al zoo, parque de atracciones o el jardín botánico.
Aunque si lo que quiere es visitar lugares peculiares, el Hospital in the Rock se lleva la palma. Excavado bajo la colina de Buda, se trata de un sinfín de galerías que atendían a los heridos durante la II Guerra Mundial y la revolución del 56.
Durante la Guerra Fría estuvo oficialmente cerrado, pero siguió operando. Hoy es un museo con figuras de cera que recrean escenas de la época. Entre los souvenirs, máscaras antigás y botiquines de primeros auxilios. En la misma montaña, además, hay unas 160 cuevas, algunas de ellas visitables por el viajero inexperto, que la convierten en un verdadero imán para los más espeleólogos.
Otro lugar curioso son los bares en ruinas. Locales de ocio muy concurridos situados, como su propio nombre indica, en locales en ruinas o incluso edificios enteros, con una decoración de lo más peculiar. La gran mayoría están en el Erzsébetváros y en el Barrio Judío, un barrio que se ha convertido en el lugar perfecto para la cultura alternativa, con galerías de arte, tiendas de moda, clases de cocina, mercados de intercambio de libros… Un lugar indispensable.
Para los más melómanos: Budapest cuenta con una suculenta oferta en los llamados locales jazz. Estos establecimientos ofrecen música en directo con en un ambiente relajado y cool.
Los Ruin Bar de Budapest
Como gran capital europea que es, Budapest tiene una intensísima y variada vida nocturna capaz de tumbar al más noctámbulo. Y en Budapest no se pude salir de noche sin pisar un Ruin Bar (o bar ruina), edificios abandonados que los hosteleros alquilan para convertirlos en garitos de entrada gratuita decorados de infinidad de maneras curiosas, siempre conservando las viejas estructuras que dan forma a los espacios.
Hay que recordar que Budapest es una ciudad universitaria, por lo que da igual el día de la semana que siempre tienen lleno absoluto este tipo de locales donde tomarse una copa sin dejarse la cartera en ellos. Tanto éxito ha tenido este formato de bar retro y/o alternativo, que cada vez son más los que pueden encontrarse en la ciudad. No os dejéis engañar por la etiqueta retro y/o alternativo, las gentes que los frecuentan son de todo tipo y condición, nada de lo que asustarse.
Ya sea para tomar un café a las siete de la tarde o para bailar hasta que el cuerpo aguante, no puedes marcharte de la capital húngara sin pasar por uno de ellos. Tampoco sin probar un Palinka, el chupito más célebre del país que es un aguardiente de 50 grados que sí, quema como el fuego! Si acudes a una hora prudencial (antes de las 22:30) quizá hasta encuentres un concierto.
El Instant está en un edificio con sótano techno o drum & bass, sala baja de rock & roll o hip hop, y una primera planta con música variada actual (depende del día). Es el único bar de ruina decorado con motivos animales. En este local la noche nunca acaba, es para aquellos que aguantan bien hasta bien entrada la madrugada.
El más famoso ruin bar de Budapest es el Szimpla Kert. Es uno de los primeros, de los mas grandes y está muy bien situado. Sin duda alguna es un garito impresionante en el que los artistas hacen cola para exponer y donde a diario se cambian los motivos de la decoración. Llama la atención por su terraza semi-descubierta para fumadores, la jukebox con CDs de la tierra, las shishas para compartir en la zona de asientos y, ¡el aparcamiento de bicis hecho con ruedas de bici del exterior!
Pero lo mejor es que te pasees y descubras tus propios ruin bar, la ciudad está repleta de ellos y cada uno tiene su propio estilo y está pensado para distintas gentes, encuentra el tuyo!