Miles de vidas se podrían haber salvado en la Primera Guerra Mundial si los soldados que en ella participaron hubiesen hecho uso de chalecos y cascos antibalas al puro estilo de los caballeros medievales. Este argumento es desarrollado por Michael Vlahos mediante su artículo publicado en The Atlantic.
Durante el artículo se relata al lector el secreto que los caballeros medievales guardaban en su armadura, que de haber sido utilizado durante la batalla mundial se hubiesen librado de la muerte el treinta por ciento de los combatientes.
Cuando se introdujeron los cascos, dos años después de la guerra, el modo de elaboración tanto británico como francés, no resultaron de gran eficacia. Mientras tanto, una gran diferencia se apreciaba en el modo de producción alemán, ya que al realizarlos basándose en el estilo medieval resultaron ser mucho más eficaces contra las lesiones y muertes.