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Ciudadanía romana: derechos, privilegios y exclusiones en la antigüedad

by Marcelo Ferrando Castro
30 diciembre, 2025
in Roma, Definiciones
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Bustos de ciudadanos romanos representando la diversidad de estatus y comunidad política del imperio romano

¿Qué significa ser ciudadano romano? No era lo que piensas. Era un estatus legal que determinaba si podías poseer tierra, hacer contratos, incluso si podían ejecutarte o no. Crédito: Depositphotos.

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Índice:

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  • Ciudadanía romana: lo esencial en 3 minutos
  • De un privilegio exclusivo a un derecho universal: 1.000 años de transformación
  • Una ruta de la esclavitud a la ciudadanía: la innovación romana
  • Cuando todos se volvieron ciudadanos: el edicto de Caracalla
  • Qué derechos tenías realmente: un estatus legal muy específico
  • De la definición al caos: categorías de ciudadanía
  • La diferencia real: por qué importaba ser ciudadano
  • Cuando la ciudadanía significaba menos y menos
  • Explora más sobre sociedad romana
  • Fuentes y bibliografía
  • Preguntas frecuentes sobre ciudadanía romana
    • ¿Qué porcentaje del imperio era ciudadano?
    • ¿Era posible perder la ciudadanía?
    • ¿Tenían ciudadanía las mujeres?
    • ¿Qué pasaba con los esclavos de ciudadanos?
    • ¿Fue la ciudadanía romana importante para mantener el imperio unido?
    • ¿Era heredada la ciudadanía?

Ciudadanía romana: lo esencial en 3 minutos

¿Qué fue? La ciudadanía romana era un estatus legal que determinaba exactamente qué derechos tenías. No era simplemente «ser una persona», era «ser una persona dentro de la comunidad romana». Tenías que tener este estatus para poseer tierra, hacer contratos válidos, votar, ocupar cargos públicos.

¿Por qué importa? Porque inventó el concepto de que la pertenencia a una comunidad política te confiere derechos específicos. Es la raíz de cómo hoy entendemos la ciudadanía moderna.

Evolución en 1.000 años:

  • República temprana (509-100 a.C.): ciudadanía exclusiva. Solo gente de Roma y ciudadanías cercanas la tenían.
  • República tardía (100 a.C. – 27 a.C.): expansión a Italia. Después de la Guerra Social, todos los italianos reciben ciudadanía.
  • Imperio medio (27 a.C. – 212 d.C.): expansión al Mediterráneo. Se otorga principalmente a élites de provincias conquistadas.
  • Imperio tardío (212 d.C. – 476 d.C.): edicto de Caracalla (212 d.C.) = todos los hombres libres del imperio son ciudadanos. Pierde significado.

Derechos específicos: derecho a casarse legalmente (ius conubii), hacer contratos y poseer tierra (ius commercii), votar (ius suffragii), ocupar cargos públicos (ius honorum), apelación en juicio, protección legal especial.

Lo fascinante: podías cambiar tu estatus. Un esclavo liberado se volvía ciudadano. La ciudadanía no era por nacimiento exclusivamente; era por estatus legal.

El legado: la idea moderna de que la ciudadanía te confiere derechos viene directamente de Roma.

¿Quieres entender la ciudadanía romana en profundidad? A continuación desarrollamos cómo nació en una pequeña ciudad-estado, cómo se expandió hasta convertirse en universal, y por qué fue tan importante para mantener unido un imperio que abarcaba desde España hasta Siria. Ideal para trabajos académicos, investigación histórica o curiosidad sobre orígenes de la ciudadanía moderna.


De un privilegio exclusivo a un derecho universal: 1.000 años de transformación

Cuando Roma fue fundada (según la tradición, 753 a.C.), ser ciudadano romano significaba simplemente ser miembro de la tribu romana. No era un honor especial, era tu identidad. Si eras romano de nacimiento, eras ciudadano. Si nacías fuera, no lo eras.

Pero conforme Roma creció y conquistó otras ciudades-estado italianas, la ciudadanía se convirtió en algo completamente diferente: una herramienta política.

Imagina el dilema. Roma acaba de derrotar militarmente a una ciudad vecina, ¿cómo mantienes el control? ¿Con soldados permanentes? Costoso. ¿Destruyendo la ciudad? Desperdiciador. Los romanos descubrieron algo mejor: si les ofreces parcialmente los derechos de ser romano, sin darles poder político completo, crean una motivación para ser leales. Eres «parte de Roma», pero no tienes voz en Roma.

Esto fue genial. Durante siglos, Roma controló Italia ofreciendo ciudadanía parcial. Algunas ciudades recibían «ciudadanía sin sufragio» (podían comerciar, casarse, hacer contratos, pero no votar), otras recibían ciudadanía completa.

El punto de ruptura llegó con la Guerra Social (91-88 a.C.), cuando los pueblos italianos se rebelaron exigiendo ciudadanía completa. «¿Por qué combatimos en vuestros ejércitos si no tenemos voz en vuestro gobierno?», protestaban. Después de una guerra brutal y costosa, Roma finalmente cedió. A partir de entonces, todos los italianos eran ciudadanos romanos con derechos completos.

De repente, «ciudadano romano» ya no significaba necesariamente «nacido en Roma».

Una ruta de la esclavitud a la ciudadanía: la innovación romana

Aquí es donde los romanos hicieron algo verdaderamente único.

En el mundo antiguo, si eras esclavo, estabas destinado a serlo. La esclavitud era permanente. Podía heredarse a tus hijos. No había salida.

Roma inventó algo diferente: la manumisión (liberación formal). Si tu amo decidía liberarte, pasabas de ser propiedad a ser persona libre y si tu amo era un ciudadano romano, frecuentemente se te otorgaba ciudadanía.

De hecho, esto creó una situación fascinante. Podías ser comprado como esclavo en el mercado, servir 10 o 20 años, ser liberado y de repente ser ciudadano romano con derechos legales completos. Algunos libertos (así se llamaba a los esclavos liberados) se volvieron muy ricos. Algunos ocupaban posiciones importantes en la administración.

La élite romana despreciaba a los libertos por su origen servil. Eran ciudadanos de segunda clase en práctica, pero legalmente, tenían los mismos derechos que cualquier otro ciudadano. Sus hijos nacidos después de la liberación eran ciudadanos de pleno derecho sin ningún estigma.

Esto muestra algo profundo sobre cómo los romanos pensaban: la ciudadanía no era una característica que llevabas en tu sangre, era un estatus legal que podía cambiar. Eras esclavo hoy, ciudadano mañana.

Cuando todos se volvieron ciudadanos: el edicto de Caracalla

Durante los primeros 250 años del imperio, Roma continuó expandiendo ciudadanía, pero lentamente. Conquistaban Grecia, Oriente Medio, Egipto y gradualmente ofrecían ciudadanía a las élites locales. Un griego rico que colaboraba con Roma podía volverse ciudadano y un gobernante local que se sometía podía recibir la ciudadanía, pero la mayoría de la población de los territorios conquistados seguía siendo no-ciudadana.

En el año 212 d.C., el emperador Caracalla hizo algo drástico: declaró en un edicto que todos los hombres libres del imperio eran ahora ciudadanos romanos.

De un golpe, la ciudadanía pasó de ser un estatus especial que significaba algo muy específico a ser casi universal. La mayoría de la población del imperio (exceptuando esclavos) era ahora técnicamente ciudadana.

Los historiadores todavía debaten por qué lo hizo. Algunos dicen que fue genio político: integrar completamente el imperio bajo una identidad común. Otros sugieren que fue puramente fiscal: los no-ciudadanos pagaban un impuesto especial que Caracalla necesitaba. Probablemente fue ambos.

Pero el resultado fue claro: la ciudadanía romana perdió su poder diferenciador. Ya no eras especial por serlo, era simplemente el estatus normal de cualquiera dentro del imperio.

Qué derechos tenías realmente: un estatus legal muy específico

Para entender la ciudadanía romana, hay que ser preciso sobre qué derechos conferían exactamente.

Un ciudadano romano podía casarse legalmente con otra ciudadana (ius conubii). Esto no suena importante, pero lo era: el matrimonio era un contrato legal con implicaciones enormes de propiedad y herencia. Los no-ciudadanos podían vivir juntos, podían tener hijos, pero Roma no reconocía su unión como válida legalmente.

Podía hacer contratos válidos y poseer propiedad (ius commercii). Un mercader ciudadano podía comprar tierra, hacer préstamos, entrar en transacciones comerciales sabiendo que un magistrado romano respaldaría sus derechos. Un mercader no-ciudadano podía hacer negocios, pero sin garantías legales. Cada transacción era negociada individualmente, sin protección.

Podía votar en asambleas que aprobaban leyes (ius suffragii), al menos en la república. Esto era fundamental porque significaba que los ciudadanos eran literalmente los soberanos que hacían las leyes. En la práctica, los ricos tenían mucho más poder que los pobres (los votos se contaban por bloques, y los ciudadanos ricos votaban en bloques más poderosos). Pero la idea era clara: los ciudadanos gobernaban.

Podía ser elegido para ocupar magistraturas: cónsul, pretor, cuestor, edil (ius honorum). Estos no eran simplemente títulos, eran cargos que te daban poder político directo. Un cónsul comandaba ejércitos y un pretor administraba justicia en un territorio.

Tenía protecciones legales especiales. Un ciudadano no podía ser torturado simplemente para extraer confesión (se requería procedimiento legal más riguroso). Tenía derecho a apelación. Si eras condenado a muerte, podías apelar al pueblo en la república o al emperador en el imperio. Los no-ciudadanos frecuentemente no tenían estos derechos.

Lo importante es entender que estos no eran derechos abstractos de «derechos humanos», eran derechos muy concretos y transaccionales. Te permitían hacer cosas específicas que otros no podían hacer.

categorias de ciudadanos en la antigua roma
¿Cuáles eran las categorías de ciudadanía en Roma? Crédito: Depositphotos.

De la definición al caos: categorías de ciudadanía

Un detalle importante: ser ciudadano no significaba que todos los ciudadanos tuvieran derechos idénticos.

En la república temprana, existían distintas categorías de ciudadanía. Los patricios (aristocracia) tenían ciertos privilegios que los plebeyos (comunes) no tenían. Eventualmente, estas distinciones se igualaron legalmente, pero la memoria de la diferencia sobrevivió siglos.

Pero la mayor desigualdad no era legal, era práctica. Los ciudadanos ricos simplemente tenían mucho más poder que los pobres. En las asambleas, tu voto contaba igual, pero los votos se agrupaban de forma que favorecía a los ricos. Un ciudadano que poseía tierra era clasificado en un «centurión» (unidad militar-política) diferente a uno que no la poseía y los centuriones votaban en diferente orden, lo que hacía que los ricos tuvieran mayor influencia.

Las mujeres ciudadanas enfrentaban restricciones serias. No podían votar, no podían ocupar magistraturas y su capacidad de hacer contratos era limitada; necesitaban permiso de un varón (padre, marido, o tutor designado). Eran ciudadanas en teoría, pero ciudadanas de segunda clase en la práctica.

Los ciudadanos que vivían en Roma tenían ciertos privilegios sobre los que vivían en provincias. Una cosa es tener el estatus de ciudadano, otra es vivirlo en la capital del imperio donde el poder se concentra.

Entonces la ciudadanía romana creaba una comunidad política común, sí, pero dentro de esa comunidad había jerarquías basadas en riqueza, género o ubicación.

La diferencia real: por qué importaba ser ciudadano

¿Cuál era la diferencia práctica entre ser ciudadano y no serlo?

Para la mayoría de la población rural, la diferencia era mínima. Un campesino ciudadano y un campesino no-ciudadano probablemente vivían casi idénticamente. Ambos pagaban impuestos y ambos trabajaban tierra. El estatus legal del ciudadano no le daba automáticamente prosperidad.

Pero para mercaderes, comerciantes y gente con ambiciones de movilidad social, la diferencia era enorme.

Un mercader ciudadano podía entrar en un contrato con otro ciudadano sabiendo exactamente cuáles eran sus protecciones legales. Si el otro incumplía, podía demandar en corte con seguridad de que un magistrado romano lo escucharía. Un mercader no-ciudadano tenía que negociar cada protección independientemente, sin garantías.

Un ciudadano rico podía invertir en tierras sin miedo a que las confiscaran arbitrariamente. Podía hacer préstamos a otros ciudadanos sabiendo que si no pagaban, tenía recursos legales. Un no-ciudadano poseedor de tierra podía verla confiscada por un magistrado caprichoso.

Un ciudadano podía demandar en corte si alguien lo lesionaba o le robaba. Un no-ciudadano tenía límites a su capacidad de demandar.

La seguridad legal era la diferencia. Ser ciudadano significaba vivir bajo un código de leyes predecibles y protecciones escritas y ser no-ciudadano significaba vivir en un espacio legal mucho más arbitrario.

Por eso era tan valioso para una élite local de una provincia conquistada obtener la ciudadanía. No era principalmente por el prestigio de ser «romano», era porque te daba seguridad legal para hacer negocios, poseer propiedad e invertir.

Cuando la ciudadanía significaba menos y menos

Conforme el imperio envejecía (siglo IV-V d.C.), la ciudadanía romana comenzó a significar cada vez menos. El imperio se desintegraba militarmente, los bárbaros invadían regularmente, la burocracia civil se debilitaba y las ciudades eran constantemente saqueadas.

Legalmente, la ciudadanía romana seguía existiendo en los libros, pero en la práctica, ¿qué valía una protección legal si no había magistrado que te la garantizara? ¿Qué valía el derecho a apelación si el imperio no tenía autoridad suficiente para ejecutarla?

Los «bárbaros» (germanos, godos, hunos) que invadían el imperio no respetaban la ciudadanía romana. Para ellos, eran simplemente un «romano» (habitante de territorio que fue imperio), no alguien con derechos específicos bajo ley romana.

Cuando el imperio occidental se colapsa en 476 d.C., la ciudadanía romana desaparece. Los reinos germanos que reemplazan al imperio tienen sus propios sistemas de estatus legal y derechos.

Pero la idea persiste. La noción de que pertenecer a una comunidad política te confiere derechos específicos fue heredada por los reinos medievales, luego por los estados renacentistas, finalmente por los estados-nación modernos. Cuando hablamos hoy de «ciudadanía», estamos hablando de algo que los romanos inventaron.


Explora más sobre sociedad romana

  • Patricios y plebeyos: las clases dentro de la ciudadanía romana
  • Esclavitud en Roma: sistema legal de la propiedad humana
  • Derecho romano: el marco legal de la ciudadanía
  • Imperio romano: cómo se gobernaba con ciudadanía como identidad común
  • Familia romana: cómo la ciudadanía estructuraba las relaciones familiares
  • Expansión romana: cómo la ciudadanía facilitaba la integración de territorios
  • Mujeres romanas: ciudadanía y restricciones legales

Fuentes y bibliografía

Fuentes primarias

  • Justiniano. Digesto (compilado 533 d.C.). Secciones sobre ciudadanía y derechos civiles. El código legal definitivo que incluye leyes sobre ciudadanía romana.
  • Gayo. Instituciones (Siglo II d.C.). Dover Publications. Un jurista romano explicando los principios de ciudadanía a través de casos prácticos.

Obras académicas especializadas

  • Sherwin-White, A. N. (1973). The Roman Citizenship. Oxford University Press. Obra maestra definitiva sobre el tema; análisis exhaustivo de evolución legal de ciudadanía desde república hasta imperio tardío.
  • Gardner, J. F. (1993). Being a Roman Citizen. Routledge. Análisis de qué significaba prácticamente la ciudadanía en la vida cotidiana romana.
  • Lintott, A. (1993). Imperium Romanum: Politics and Administration. Routledge. Cómo funcionaba la ciudadanía en la práctica administrativa del imperio.
  • Nicolet, C. (1976). The World of the Citizen in Republican Rome. University of California Press. Estudio detallado de ciudadanía en contexto republicano específicamente.

Contexto histórico y social

  • Millar, F. (1977). The Emperor in the Roman World. Duckworth. Cómo la ciudadanía funcionaba bajo el sistema imperial específicamente.
  • Beard, M. y Crawford, M. (1985). Rome in the Late Republic. Duckworth. Contexto histórico de la expansión de ciudadanía durante república tardía.
  • Woolf, G. (1998). Becoming Roman: The Origins of Provincial Civilization in Gaul. Cambridge University Press. Cómo las poblaciones provinciales adquirían e internalizaban ciudadanía romana.

Diccionarios y enciclopedias especializadas

  • Oxford Classical Dictionary. Oxford University Press. Entradas comprensivas sobre ciudadanía romana con bibliografía adicional.
  • Ferrater Mora, J. (2004). Diccionario de Filosofía. Ariel. Entradas sobre conceptos filosóficos relacionados a ciudadanía.

Fuentes sobre esclavitud y manumisión

  • Bradley, K. R. (1994). Slavery and Society at Rome. Cambridge University Press. Análisis de cómo esclavitud y ciudadanía se relacionaban legalmente.
  • Treggiari, S. (1969). Roman Freedmen during the Late Republic. Oxford University Press. Estudio específico sobre libertos (esclavos liberados) y su estatus de ciudadanía.

Preguntas frecuentes sobre ciudadanía romana

¿Qué porcentaje del imperio era ciudadano?

En la república temprana (siglo V-IV a.C.), quizás el 5-10% de la población del mundo conocido por Roma era ciudadana. Eran principalmente gente en la ciudad de Roma y ciudadanías cercanas en Italia. Conforme Roma se expandía, el porcentaje crecía lentamente. Para el año 100 d.C., quizás el 10-15% de la población del imperio era ciudadana. Después del edicto de Caracalla (212 d.C.), el 80-90% de la población libre (excluyendo esclavos) era técnicamente ciudadana. Los esclavos nunca contaban; eran propiedad, no personas.

¿Era posible perder la ciudadanía?

Sí. Si cometías ciertos crímenes graves, particularmente traición, podías ser «degradado» y perder ciudadanía. También si eras exiliado, perdías automáticamente ciudadanía. El exilio no significaba simplemente «vete y no vuelvas»; significaba «ya no eres ciudadano romano». Algunos exiliados intentaban recuperar ciudadanía a través de súplica al emperador, pero era raro que lo lograran. La pérdida de ciudadanía era esencialmente permanente.

¿Tenían ciudadanía las mujeres?

Técnicamente sí, pero con restricciones enormes. Las mujeres ciudadanas no podían votar en asambleas. No podían ocupar ningún cargo público. Su capacidad para hacer contratos independientemente era limitada; necesitaban consentimiento de un varón (padre, marido, o tutor). Herían en las familias, pero su estatus legal era subordinado. Eran ciudadanas de segunda clase, digamos.

¿Qué pasaba con los esclavos de ciudadanos?

Legalmente, un esclavo era propiedad del ciudadano, exactamente como una casa o un caballo. Pero los ciudadanos tenían cierta responsabilidad legal sobre sus esclavos. Si un esclavo cometía crimen, el amo era responsable. Si alguien lesionaba tu esclavo, podías demandar (no por el daño al esclavo en sí, sino por el daño a tu propiedad). Un esclavo podía ser liberado formalmente (manumitido) por su amo, momento en el cual frecuentemente recibía ciudadanía. La ruta de esclavitud a libertad a ciudadanía era lenta, pero existía.

¿Fue la ciudadanía romana importante para mantener el imperio unido?

Enormemente. Un imperio tan vasto (desde España en Occidente hasta Siria en Oriente) tenía razones muy pocas para mantenerse unido. No había comunicación rápida. Había diferentes lenguas, culturas, religiones. Lo que lo mantenía junto era la ciudadanía común. Si eras ciudadano romano, tenías ciertos derechos garantizados en cualquier provincia. Si eras griego o sirio o galo, pero ciudadano romano, tenías una identidad común con otros ciudadanos en el otro extremo del imperio. Eso creaba cohesión.

¿Era heredada la ciudadanía?

Sí, pero con complicaciones. Si tus dos padres eran ciudadanos, eras ciudadano. Eventualmente, baste con tener padre ciudadano (las madres podían transmitir ciudadanía también, aunque esto evolucionó con el tiempo). Un esclavo que era manumitido frecuentemente recibía ciudadanía. Sus hijos nacidos después de la liberación eran automáticamente ciudadanos de nacimiento, sin estigma. Servir en el ejército romano (como no-ciudadano) durante 25 años generalmente resultaba en ciudadanía como recompensa; tus hijos nacían ciudadanos.

Tags: Historia de Roma
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