El hallazgo se produjo en el sitio arqueológico de Sutton Hoo, logrando determinarse que formaba parte del cubo de Bromeswell, luego de que los especialistas le hicieran una serie de análisis que terminaron revelando su procedencia.
Los fragmentos se encontraron en el entierro de un barco del siglo VII, llevando las piezas encontradas al laboratorio para realizar varias pruebas.
Entre las pruebas realizadas, los especialistas descubrieron que el cubo debió ser reparado en algún momento de su uso, algo que observaron gracias a estudios de rayos X.
Los datos analizados dan una huella única de los objetos, lo que permitió reconocer el fragmento como una parte del famoso cubo de Bromeswell.