En el año 1967 en la antigua ciudad de Chichén Itzá, un equipo arqueológico encontró varios restos humanos relacionados con sacrificios, los cuales han sido analizados recientemente con estudios de ADN, demostrando que se trataban de niños varones con edades que van entre los 3 a 6 años.
Se contaron más de un centenar de niños, quienes habían sido sacrificados entre los siglos VII al XII.
Los investigadores observaron que varios infantes estaban relacionados genéticamente, por lo que se piensa que una familia tenía acceso a este lugar sagrado.
Otro dato relevante es que no se encontraron signos de trauma en los huesos, es decir, los niños no fueron arrojados a la cámara.
Entre los restos descubiertos se encontraron un par de gemelos, quienes debieron ser muy apreciados ya que varios mitos y leyendas mayas se relacionan con los gemelos.