El Palacio de Versalles está considerado el máximo símbolo de la monarquía absolutista y del lujo francés, siendo uno de los máximos testimonios de la elegancia y la arquitectura de la que hace gala el país.
Se encuentra a sólo 20 kilómetros de París y es uno de los máximos legados del rey Luis XIV, cuya construcción comenzó en 1661 y finalizó en 1692.
Entre sus principales características encontramos que tiene una superficie total de 67.000 metros cuadrados en sus tres palacios (Versalles, Gran Trianón y Pequeño Trianón), más de 700 habitaciones, 2.000 ventanas y 352 chimeneas.
Pero, además, en su interior encontramos una selección imperdible de la mejor decoración de la época, pinturas, tapices, esculturas, muebles, telas e incluso 483 espejos, cada una de estas cosas elaborada por los mejores artesanos tanto de Francia como de Italia.
Esto sin tener en cuenta el famoso Jardín de Versalles, diseñado por André Le Nôtre, uno de los más grandes del mundo con sus 7.996.588 metros cuadrados, en donde podemos encontrar más de 200.000 árboles y más de 210.000 flores.
En su interior tiene, además, el “Teatro Real” o la “Ópera Real”, un teatro con capacidad para 700 personas elaborado con las mejores maderas del mundo en su época, lo que permitían y permiten aún hoy, tener una acústica excelente en todo el recinto.
Todo ello le llevó a ser considerado en 1970, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Sin embargo, ¿conoces la historia anterior al Palacio de Versalles?
Historia del Palacio de Versalles: Luis XIII
Para entender su construcción debemos remontarnos al reinado de Luis XIII, padre de Luis XIV, quien en el año 1623 ordenó construir en medio del bosque, junto a una loma rodeada por dos pantanos totalmente insalubres, una pequeña casa de ladrillo, piedra y pizarra que se convirtió en su refugio de caza preferido.
Al estar enamorado del lugar, ordenó construir el “primer Palacio”, que en realidad era una vivienda de sólo 24 m por 6 metros, cuya habitación central era el aposento del rey y en las dos alas bajas anexas se encontraban otras dos estancias a cada lado recubiertas de tapicería.
El 8 de abril de 1632, Luis XIII decidió comprar el dominio de Versalles al arzobispo de París, Jean-François de Gondi, en donde se encontraba un viejo castillo y un molino. Su intención al comprarlo no fue otra que derribarlo y poder ampliar su residencia real.
En 1634 terminaron las obras y Luis XIII comenzó a residir en Versalles, ampliándolo en 1636 y añadiendo jardines con decoraciones árabes.
El 14 de mayo de 1643, Luis XIII murió y Versalles pasó desapercibido durante mucho tiempo, hasta que Luis XIV, quien estaba buscando un palacio en donde residir de forma permanente al no estar cómodo ni en el Louvre, ni en el Palacio Real ni en las Tullerías, lo redescubrió en 1651, aunque las obras del Palacio actual comenzaron recién en 1661, finalizando en la verdadera obra maestra que es en la actualidad, y en uno de los legados más importantes de “El Rey Sol”.
Curiosidades del Palacio de Versalles
Luis XIV, “el rey de la gente”
A Luis XIV se le conoce principalmente como “El Rey Sol”, pero ¿sabías que también era considerado como “un rey de la gente”? Esto se debe a que permitía que cualquier persona entrara al palacio a admirar su belleza, además de admitir las audiencias reales.
La Galería de los Espejos
El Salón de los Espejos, muy conocido por ser el lugar en donde se firmó el famoso “Tratado de Versalles” que puso fin a la Primera Guerra Mundial, es considerado una obra maestra en cuanto a diseño y arquitectura, sin embargo, su diseño fue mucho más complejo de lo que se cree.
Con el fin de proteger tanto las paredes como los techos ornamentados, se diseñaron lámparas que daban una luz muy tenue para que no sacaran humo.
¿El problema? La poca luz. Debido a esto es que se colocaron espejos en toda la habitación, para que esa poca luz que existía en el ambiente se reflejara, dando así la sensación de estar en una sala mucho más iluminada.
Pasadizos secretos en el Palacio de Versalles
El rey Luis XIV diseñó a su propio gusto el Palacio de Versalles, lo que le llevó a crear una red de pasajes muy discretos a lo largo de todo el recinto que le permitían llegar a diferentes lugares sin apenas ser visto.
A su vez, existían también pasadizos que conectaban sus aposentos con las habitaciones de sus amantes, para poder escabullirse sin que ni la reina ni sus sirvientes lo detectasen.
Anécdotas del Palacio de Versalles
Críticas en Versalles
Si bien todo el mundo quedaba impresionado al entrar en el Palacio de Versalles, lo cierto es que algunos, muy pocos, no sólo no se impresionaron, sino que resaltaron sus características menos positivas.
Una de estas personas fue el aristócrata Louis de Rouvroy, duque de Saint-Simon, quien se despachó a gusto sobre el Palacio, sus estancias y la vida palaciega:
Pero también tuvo palabras hacia los Jardines de Versalles:
El “vestido de baño” de María Antonieta
En la Corte de Versalles, y casi en cualquier corte del mundo en ese momento histórico, la higiene personar era prácticamente desconocida, aunque no para la Reina María Antonieta, a quien el soberano creó un cuarto de baño decorado con espejos pintados y con una bañera que utilizaba casi todos los días para lavarse con esencias naturales.
Sin embargo, hay algo que no habíamos pensado y es que, en ese momento, y más aun siendo la reina de Francia, era impensable que se bañase completamente desnuda. Algo demasiado extravagante para el momento y que sólo aumentaría los célebres chismes del Palacio.
Para evitar esta situación, la reina utilizaba un “vestido de baño”, una túnica o franela larga hasta los pies, el cual cubría su cuerpo mientras se bañaba.
Esta fue la solución, quizás no tan cómoda pero sí efectiva, que encontró la reina para poder disfrutar de su baño diario.
Dientes blancos en el Palacio de Versalles
Mencionamos antes que la higiene personal era desconocida tanto en el Palacio de Versalles, como prácticamente en el mundo. Sin embargo, la estética era algo que las damas cuidaban mucho en esa época y la sonrisa era una potente arma de seducción que intentaban cuidar como les fuera posible.
Ni el cepillo de dientes ni la pasta dental se habían inventado, sin embargo, las damas del Palacio sí se limpiaban la dentadura para mostrar una sonrisa blanca y cuidada. ¿Cómo lo hacían?
Históricamente, el ser humano ha empleado lo que le ofrecía la naturaleza para su cuidado, no sólo en cuestiones de salud, sino también en belleza. De hecho, actualmente encontramos miles de recetas naturales de todo tipo, incluso para la salud bucal.
En Versalles, los dientes blancos y el aliento fresco lo obtenían de una mezcla entre tallos de romero quemados y las hojas de esta misma hierba, obteniéndose una especie de pasta que se ponía en pañuelos de lino y se frotaba sobre los dientes.