Durante el último siglo se han hallado numerosos ejemplares de momias altoandinas (o cuerpos congelados) cuyo significado se vincula a los dioses. Los cuerpos descubiertos ascienden a un total de 25 y estaban congelados situados en 14 montañas de Argentina, Perú y Chile, y pertenecen a expediciones financiadas por la revista National Geographic.
Estos restos incaicos pertenecen a niños víctimas de un sacrificio a miles de metros de altura. Se les considera niños-dioses, o huacas, por su finalidad de comunicarse con los dioses. Esto se debe a la cercanía de las montañas respecto al cielo que, además de parecer el punto más alto del mundo, es la morada de los dioses, ya que es donde suceden los elementos naturales.
En el caso de los Incas, el sacrificio de los niños se justifica en un intento de aproximarse a su dios, el Sol. Asimismo los incas demuestran sus conocimientos sobre momificación al elegir un lugar de bajas temperaturas, ideal para congelar el cuerpo y mantenerlo frente al paso del tiempo.
Salta es la provincia argentina con más momias halladas. El primer hallazgo fue en la cima Chañi en 1905, donde se descubrió el cuerpo de un niño de cinco años de edad junto con restos de cerámica. Entre 1920 y 22 al sur de Salta, en el Cerro Chusca se descubrió los restos de una niña. En 1874, en la cima del volcán Quehuar el cuerpo de un niño. En 1999 se rescataron en la cima del volcán Llullaillaco tres cuerpos de niños congelados. Todos estos restos se hallaban a más de 5.000 metros de altura. Se cree que la procedencia de estos infantes es inca, por sus atuendos y restos.
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Estos individuos fueron elegidos como ofrendas para los dioses o como mensajeros del más allá, por eso debían vestir con un calzado y prendas determinadas.
La ceremonia capac-hucha comenzaba con un viaje de centenares de kilómetros que las acllas realizaban con destino al Cuzco. Una vez allí, adoraban al Sol, al Rayo y las momias de la dinastía real. En ocasiones, las acllas eran sacrificados allí mismo. En el caso de Tanta Carhua, la montaña se sacralizó tras su sacrificio, pasando a tener simbolismo.
Actualmente, se lleva a cabo un estilo de arqueología consistente en extraer los restos de su contexto con la mayor exhaustividad posible, temiendo posibles saqueos y el deterioro del yacimiento por parte de las visitas de curiosos.