Según los resultados publicados en la revista Journal of Applied Genetics, el grupo de genetistas dirigidos por Carsten Push de la Universidad de Tübingen (Alemania), han detectado indicios de uno de los orígenes de las momias, además de sus agentes patógenos y una amplia gama de materiales vegetales utilizados en el proceso de embalsamiento.
Los estudios anteriores del ADN de las momias egipcias utilizaban una técnica llamada “Reacción en Cadena de la Polimerasa” (PCR) para amplificar segmentos específicos del ADN. Sin embargo, este tipo de estudios han sido motivo de polémica: el método PCR puede fallar con el ADN moderno, especialmente con la amplificación de los genes de los seres humanos o cuando las bacterias están presentes en el entorno.
El ADN se degrada relativamente rápido en condiciones de calor, lo que ha sembrado las dudas sobre si podría sobrevivir durante mucho tiempo en el desierto egipcio. Sin embargo, estudios anteriores de Pusch y sus compañeros aseguran que el proceso de embalsamiento facilitó la conservación del ADN a pesar de las altas temperaturas.
Ahora, Pusch y sus colegas han llevado a cabo la próxima generación de secuencias en cinco cabezas egipcias momificadas de entre los años 806 a.C. y el 124 d.C. Los datos recuperados hasta el momento son pocos, una pequeña fracción de lo que sería necesario para una secuencia de todo el genoma. Sin embargo muestran que el ADN humano sobrevive en las momias y que es susceptible a la secuenciación.
Los investigadores determinaron que uno de los individuos momificados perteneció a un grupo ancestral (o haplogrupo) llamado I2, que se cree que se originó en Asia occidental. También recuperaron material genético de los patógenos causantes de la malaria y la toxoplasmosis, y de una serie de plantas como el abeto y el pino, así como semillas de lino, aceite de oliva, almendras y loto.
Según Pusch, la proporción de ADN humano en las secuencias identificadas es comparable a la de las muestras congeladas, como la del hombre Saqqaq. En las momias, “la preservación del ADN parece ser independiente de la temperatura”, explicó.
Sin embargo, Tom Gilbert, jefe de dos grupos de investigación en el Centro de GeoGenetics de Copenhague y parte del equipo que secuenció el genoma Saqqaq, advirtió en contra de hacer esa comparación ya que muchas de las secuencias obtenidas en el último estudio eran identificables.