Esta ocasión vamos a hablar de una de las batallas decisivas de la Guerra Civil Española y sin duda la más mortífera de toda la contienda, la Batalla del Ebro. Nos encontramos en julio de 1938, la República se encuentra ya tocada por la pérdida del oeste y casi todo el norte español. Tras la obligatoria retirada hacia el Mediterráneo, las fuerzas republicanas bajo el liderazgo del general Vicente Rojo, jefe del estado mayor central republicano, se preparan para una campaña con el objetivo de impedir que el bando nacional tome la ciudad portuaria de Valencia.
El Presidente de la República, Juan Negrín, y el general Vicente Rojo deciden llevar a cabo esta operación cruzando el Ebro entre Fayón y Cherta, que además de impedir la toma de Valencia uniría dos de las zonas republicanas. Hay que tener en cuenta que los suministros republicanos eran escasos y la frontera francesa se encontraba cerrada ésos días. Además la moral era realmente baja debido a las constantes derrotas.
Parecía imposible que la República pudiera tomar la ofensiva pero así fue. La franja de terreno que debía ser cubierta a lo largo del Ebro medía unos 60 km, atravesando este caudaloso río con cualquier objeto que flotara, 100.000 hombres debían cruzar al otro lado y comenzar el asalto. Estos 100.000 hombres formaban la llamada agrupación autónoma del Ebro, comandados por el coronel de milicias Juan Modesto Guilloto, divididos a su vez en tres cuerpos. El bando nacional contaba con un número similar de hombres a cargo del general Fidel Dávila y el cuerpo del ejército marroquí a cargo del general Juan Yague.
La operación se inició la madrugada del 25 julio 1938, los republicanos atravesaron el Ebro por tres sitios diferentes. La idea inicial era sorprender al enemigo, que tenía mucha más capacidad aérea y una poderosa artillería. En un principio, la sorpresa fue total y alrededor de 4000 soldados nacionales fueron hechos prisioneros, el frente central fue que más avanzó y pronto Gandesa se convirtió en la clave la batalla.
El paso del Norte también tuvo un buen resultado para el bando republicano que pudo establecer una cabeza de puente y avanzó terreno eliminando rápidamente los focos de resistencia. El frente sur republicano que iba hacia Amposta fue el que se llevó la peor parte, ya que fueron descubiertos rápidamente por los nacionales y tuvieron que cruzar el río bajo fuego de morteros y ametralladoras. Finalmente, los republicanos tuvieron que retirarse cruzando el río con numerosas bajas.
El avance republicano se detuvo en Gandesa, que no pudo ser tomada. En este momento, la estrategia republicana se tornó defensiva y los nacionales se prepararon para una contraofensiva. La superioridad aérea gracias a la legión cóndor alemana que brindó apoyo a Franco, sumado a la inteligente estrategia consistente en abrir las compuertas de los embalses de Tremp y Canasara para aumentar el caudal del río, pusieron las cosas muy difíciles a la República.
Además, el bando nacional estaba muy bien armado y tenía suficientes suministros, a diferencia del bando republicano. Debido a esta situación de estancamiento, la batalla se transformó en una guerra de desgaste en la que la República no tenía las de ganar. Comienza así una cruenta defensa del territorio conquistado por la República contra los constantes ataques del Bando nacional.
La República resistiría hasta el día16 noviembre cuando se dio la orden de retirada cruzando de nuevo el Ebro y volando los puentes que dejaban tras de sí. En total, una campaña de 116 días en la que las bajas alcanzan cifras de entre 50.000 y 60.000 en cada bando, aunque las muertes fueron superiores en el bando republicano. La gran victoria moral del bando nacional ayudó a que la República cayera pocos meses después, tras la toma de Madrid.
Imágenes: Dominio Público