Los cátaros fueron un movimiento religioso cristiano medieval que floreció entre los siglos XI y XIII, principalmente en el sur de Francia, en la región de Languedoc. Esta corriente, también conocida como albigense (por la ciudad de Albi, uno de sus centros), fue considerada herética por la Iglesia católica debido a sus creencias dualistas y su crítica a la corrupción del clero católico.
Creencias principales de los cátaros
Los cátaros desarrollaron un sistema de creencias que se apartaba notablemente del cristianismo ortodoxo. Su doctrina central era el dualismo, una visión del mundo en la que coexistían dos principios opuestos: el bien, representado por un Dios puro y espiritual, y el mal, representado por el mundo material, que veían como creación de un dios maligno, o demiurgo.
Según los cátaros, el alma humana era un espíritu divino atrapado en un cuerpo corrupto y material. Creían que el objetivo final de la vida era liberar el alma de su prisión carnal y regresar a su origen espiritual. Rechazaban los sacramentos tradicionales de la Iglesia, como el bautismo y la eucaristía, y no aceptaban el dogma de la resurrección física, pues consideraban el cuerpo como parte del reino maligno.
En su moral, los cátaros promovían un estilo de vida ascético y pacifista. Los Perfectos, la élite espiritual del movimiento, practicaban la abstinencia de carne, sexo y bienes materiales. Aunque no se esperaba que todos los seguidores adoptaran ese estilo de vida extremo, se les alentaba a llevar una existencia moralmente recta y desapegada de las posesiones terrenales.
Estructura y expansión del catarismo
Los cátaros estaban organizados en comunidades y tenían una jerarquía simplificada en comparación con la Iglesia católica. La figura central de su religión era el Perfecto, que había recibido el rito del «Consolamentum«, una especie de bautismo espiritual que marcaba la entrada al estado más alto de pureza. Los Perfectos eran considerados los únicos verdaderos cristianos, encargados de guiar espiritualmente a los creyentes comunes, llamados «creyentes» u «oyentes».
Este movimiento se expandió rápidamente por el sur de Francia, donde encontró un terreno fértil debido a la relativa independencia de los señores feudales y el descontento con la jerarquía católica. La sociedad occitana, de carácter tolerante y relativamente próspera, acogió el catarismo, lo que provocó la preocupación y reacción de la Iglesia católica.
La Cruzada Albigense
El crecimiento del catarismo y su desafío a la autoridad eclesiástica desencadenaron una violenta respuesta por parte de la Iglesia católica y la monarquía francesa. En 1208, tras el asesinato del legado papal Pierre de Castelnau, el papa Inocencio III convocó la Cruzada Albigense, una campaña militar para erradicar la herejía cátara en el sur de Francia.
La cruzada, que duró de 1209 a 1229, fue extremadamente brutal. La ciudad de Béziers, por ejemplo, fue completamente saqueada en 1209, con miles de ciudadanos masacrados, incluidos muchos católicos. A lo largo de la campaña, los ejércitos cruzados devastaron la región, y con el tiempo, las fuerzas cátaras fueron derrotadas militarmente. Sin embargo, los cátaros resistieron durante décadas en algunas fortalezas, como el famoso castillo de Montségur, que cayó finalmente en 1244.
La Inquisición
Después de la Cruzada Albigense, la Iglesia católica estableció la Inquisición para perseguir y erradicar cualquier resto del catarismo. La Inquisición fue implacable en su labor de identificar, interrogar y castigar a los herejes cátaros, utilizando la tortura y la ejecución para eliminar cualquier disidencia religiosa. Miles de cátaros fueron ejecutados o forzados a retractarse de sus creencias.
Legado de los cátaros
Aunque el catarismo fue eliminado oficialmente a mediados del siglo XIII, su legado perduró en la historia de Europa como un símbolo de resistencia a la autoridad eclesiástica y como un recordatorio de las luchas internas dentro del cristianismo medieval. Las ideas cátaras sobre la pureza espiritual y el dualismo influenciaron otros movimientos heréticos y espirituales en Europa, y su historia sigue siendo objeto de interés tanto por estudiosos religiosos como por historiadores del período.
Hoy en día, los restos de castillos y sitios cátaros en el sur de Francia atraen a turistas y estudiosos interesados en la historia del movimiento y su trágica supresión. Además, los cátaros han sido objeto de renovado interés en la cultura popular, apareciendo en novelas, documentales y otras formas de representación cultural.