El conde de Mirabeau fue una de las figuras más peculiares de la Revolución Francesa. Fue un excelente orador y, en teoría, un defensor del liberalismo. Sus escándalos y su doble juego con la monarquía causaron que fuera considerado como una de las figuras más excéntricas del siglo XVIII.
Nació con el nombre de Honoré Gabriel Riquet el 9 de marzo de 1749 en el castillo de Le Bignon (Francia). Pertenecía a una familia noble, pero su juventud fue bastante tempestuosa, especialmente la relación que Mirabeau tenía con su padre. Puesto que este se negaba a comprarle un cargo en el ejército, Mirabeau se dedicó a acumular deudas. Fue encarcelado tras un escándalo con la amante de su coronel de regimiento.
En 1772, contrajo matrimonio con Emilie de Marignane, hija de un marqués. Aunque no consiguió dote, sí que esperaba obtener la herencia de una gran fortuna. Mirabeau empezó a gastar todo el dinero que esperaba conseguir en la herencia, lo que le acarreó grandes deudas. Su padre, viendo la situación en la que se encontraba su hijo, le demandó. El juez falló contra el joven conde, de forma que tuvo que regresar a la cárcel.
Volvió a salir de la prisión, pero esta vez obtuvo la libertad restringida, de forma que sólo podía moverse por su residencia. Sintiéndose atrapado, el joven Mirabeau huyó. Pero de nuevo tuvo varios escándalos y su padre lo envió a la cárcel. En esta ocasión, su estancia en cautiverio le sirvió para escribir su “Ensayo sobre el despotismo”. La redacción de este texto hizo que Mirabeau tuviese que huir a Suiza. Allí permaneció unos meses, hasta que decidió regresar primero a Lyon y, posteriormente, a Lourges.
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Su padre no estaba nada contento con sus peripecias, por lo que hizo que la Corte de Justicia de Pontarlier le condenase a ser decapitado. Mirabeau escapó gracias a la extradición, pero volvió a estar internado. Fue en aquella época cuando escribió sus críticas al sistema judicial empleado por la monarquía francesa.
Tras pasar de nuevo por Suiza y por Inglaterra, Mirabeau viajó a Prusia en 1785. Su misión era la de provocar un acercamiento franco-prusiano. A la muerte de Federico II de Prusia, intentó que su sucesor realizara reformas políticas liberales, pero fueron rechazadas. Esto hizo que Mirabeau se cebase contra la corte berlinesa en “Historia secreta de la corte de Berlín”.
En 1788, volvió a Francia e intentó convertirse miembro de la Asamblea de los Notables. Fracasó, así que se centró en el Tercer Estado, quien le eligió como como representante en Aix en 1789. Mirabeau destacó por su gran oratoria y sus propuestas liberales. La sociedad de París quedó encandilada con él, ya que contribuyó a poner a disposición de la nación los bienes del clero.
No obstante, detrás de su liberalismo, Mirabeau escondía la ambición de convertirse en el ministro que salvase la monarquía. Entró en contacto con Luis XVI a partir de mayo de 1790. Desde esa posición, aconsejaba al monarca cómo actuar, lo que causó que fuera muy mal visto por la Asamblea y por la reina. Sus ideas eran las del establecimiento de una firme monarquía constitucional, similar a la utilizada por los británicos. Aun con todo, fue elegido presidente de la Asamblea, cargo que ejerció durante un breve periodo de tiempo.
Su prematura muerte el 2 de abril de 1791 sorprendió a todos y fue sentida como luto nacional. Le enterraron con todos los honores en el Panteón, pero cuando descubrieron su doble juego en 1793, su cuerpo fue retirado de allí. Pasó a la historia, no sólo por los escándalos que provocó en su juventud, sino por el doble juego que llevó con los revolucionarios y con Luis XVI.