Desentierran mas de 1.400 tumbas romanas en Francia

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Leopoldo Ágreda Lovera
Nací en Mérida, un estado andino de Venezuela pero me crié en Caracas la ciudad donde crecí, observando el Ávila y haciéndome las preguntas más importantes sobre la vida, la sociedad y el universo, rodeado de árboles y el sabor agridulce de toda gran ciudad. En el trayecto de mi vida, conocí las calles y sus gentes, las cuales me ayudaron a formarme un mejor criterio de la existencia humana y las ciencias sociales, para luego estudiar en la Universidad Central de Venezuela, donde me he formado como historiador y pensador social. La lectura es uno de mis grandes vínculos con el pasado y la esencia de la humanidad, ya que como dijo Descartes, leer es como tener una conversación con las grandes mentes de la historia; el ajedrez es otra de mis grandes pasiones, ya que me ha ayudado a desarrollar una mejor comprensión de la vida, que junto a la música, forman los tres pilares de mis gustos actuales. Soy familiar, amante de la naturaleza y los animales, porque en ellos ves la esencia de la filosofía y de Dios.

Cerca de la ciudad de Narbona en Francia, un equipo arqueológico ha desenterrado en un antiguo cementerio un total de 1.430 tumbas de la era romana, donde los investigadores evidenciaron los restos de una fiesta funeraria en la que se celebró un banquete con familiares fallecidos.

Los restos encontrados en el sitio poseen una datación que abarca desde el siglo I al III d.C., determinando los investigadores que tanto adultos como niños tenían diferentes métodos de enterramiento.    

En el caso de los adultos, eran incinerados en su mayoría pero cuando eran enterrados se procuraba colocarles en ataúdes de madera. Por su parte, cuando el entierro pertenecía a un niño, los investigadores se percataron que les colocaban en pequeñas cajas rudimentarias, las cuales luego cerraban con una caja.

Se dice que hubo un banquete con los familiares fallecidos, ya que se descubrieron restos de comida carbonizada como dátiles, higos, pan, entre otros, que los familiares incineraron en un compartir simbólico de la comida con los fallecidos.

El festival debió realizarse en el mes de febrero cuando se festejaban la Parentalia, que duraba nueve días y en el último de ellos, se hacía una comida en los cementerios para honrar a los familiares fallecidos.  

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