Un nuevo estudio publicado en la revista Antiquity arroja más luz sobre el significado profundo de las casi 200 espinas dorsales humanas enroscadas en palos que fueron descubiertas en Perú en el valle de Chincha —a unos 200 kilómetros de Lima—, que entre los siglos XI y XV albergaba al antiguo pueblo chincha.
Si bien el carácter especial de estos objetos era bien conocido para los agricultores locales, no fue hasta estos últimos años que llamaron la atención de los científicos.
Un equipo internacional de arqueólogos británicos, estadounidenses y colombianos analizó los 192 conjuntos de vértebras de adultos y adolescentes hallados cerca y dentro de chullpas, elaborados sitios funerarios.
Los objetos encontrados consistían generalmente de 4 a 10 huesos que pertenecían a un solo individuo. La gran parte de ellos fueron reenterrados, si bien los investigadores consideran que en un principio los palos fueron colocados verticalmente.
La datación por radiocarbono permitió determinar que las vértebras pertenecen a personas sepultadas a principios y mediados del siglo XVI, si bien fueron colocadas en palos unos 40 años después, coincidiendo con el tiempo de la llegada de los españoles a la región en los años 30 del mismo siglo.
«Es una prueba de su compromiso a largo plazo con los muertos», explicó Jacob Bongers, arqueólogo de la Universidad de Anglia del Este (Inglaterra), que dirigió el estudio.
«Intentan reconstruir a sus muertos; recogen las partes de sus muertos e intentan volver a unirlas», agregó.
Al mismo tiempo, precisó que las vértebras fueron halladas en numerosos lugares funerarios, por lo que la práctica podría haber sido extendida entre varias comunidades, dada la importancia cultural de la integridad del cuerpo de los muertos.
En este contexto, los investigadores estiman que esta práctica podría tratarse de una «respuesta» a los saqueos, dado que los conquistadores a menudo alteraban la integridad de los restos humanos esparciendo los huesos con el fin de sacar el oro y la plata de las tumbas.
«Era muy importante para esta gente mantener conexiones a largo plazo con sus muertos, lo que iba en contra de lo que los europeos intentaban inculcar», explicó Bongers a Science.