Bien es conocido que los perros eran animales sagrados con una simbología especial para los antiguos habitantes aztecas de América Central. En plena capital de México ha aparecido un yacimiento funerario bajo un bloque de apartamentos del que se han extraído 12 cadáveres de canes, acompañados en su origen de restos humanos o simplemente como parte de una ofrenda a las divinidades.
Las autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México han declarado que se trata de un hallazgo excepcional, pues es la primera vez que se encuentran huesos de perro juntos en un mismo enterramiento.
La arqueóloga Rocío Morales Sánchez ha añadido además que lo especial del sitio radica en que no existen conexiones aparentes con otros edificios o con restos humanos. Las fechas de enterramiento de los perros oscilan entre los años 1350 y 1520 a.C., en pleno apogeo del Imperio Azteca. Bajo los edificios del distrito de Aztacapozalco, en las cercanías del sitio funerario, también se han encontrado piezas cerámicas y otros objetos que han permitido datar el cementerio.
Las primeras valoraciones biológicas han determinado que son perros de tamaño mediano, posiblemente de raza Teichichi, un antecesor del Chihuahua, y Xoloitzcuintle o «perro sin pelo mexicano», que se caracteriza por sus largas orejas puntiagudas y su pelaje muy corto.