La evolución del envasado del vino en la historia

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Los seres humanos han estado bebiendo vino durante miles de años. Recientemente, en un yacimiento prehistórico de Macedonia, encontraron un vino de 6.000 años, que sería el más antiguo de Europa.

El vino se esparció por todo el mundo a través del comercio, las misiones religiosas y la colonización. Conocer cómo el vino se transportó de un lugar a otro por tierra y agua obliga repasar más de 8.000 años de historia y avances tecnológicos.

Transportar vino es una tarea difícil, ya que el envase necesita cumplir ciertos requisitos:

  • El aire debe mantenerse fuera del envase para evitar la oxidación.
  • El mismo debe ser lo suficientemente fuerte para no romperse, pero no tan pesado que no se pueda mover fácilmente.
  • En la mayoría de los casos, el envase debe poder abrirse y luego volver a cerrarse.
  • El envase en sí no debe interactuar con el vino.
  • El envase debe poder almacenarse en un entorno que tenga una temperatura estable.

Hoy en día, unas doce mil millones de botellas de vidrio son destinadas al envase de vino al año. Pero esto no siempre fue así, el envasado en vidrio es relativamente nuevo, se viene usando desde el siglo XVII y no fue hasta alrededor de 1800 cuando comenzaron a fabricarse las botellas en serie.

Según fuentes bíblicas y de la antigüedad, era común utilizar grandes recipientes de barro para fermentar, almacenar y transportar vino.

Mientras que los romanos llamaban a sus grandes jarras de barro dolium, los griegos los llamaban pithoi. Hacían de sus recipientes objetos impermeables y herméticos y luego acumulaban el vino en ánforas.

Las ánforas son ligeramente más pequeñas y típicamente tienen un fondo puntiagudo. Estaban tan herméticamente selladas que podían preservar el vino y facilitar la longevidad, lo que explica los vinos añejos atestiguados en fuentes antiguas.

Alrededor del siglo II d.C., en medio de la popularidad de los tarros de terracota, el uso de la madera apareció en la industria del vino. La creciente popularidad del vino en la Galia facilitó el uso generalizado del barril, ya que ellos no dominaban tanto el arte de la cerámica. Cuando finalmente la jarra de terracota cayó en desgracia, el barril tomó su lugar.

Sin embargo, la madera no proporcionó un sello hermético y el vino perdía rápidamente su calidad, por lo que solo se tomaban vinos jóvenes.

Después de siglos de dominación por el barril de madera se comenzó a buscar un envase alternativo. Aunque la botella ya existía, se usaba principalmente como intermedio para pasar el vino del barril a la copa.

Los corchos no estaban bien ajustados, ya que simplemente intentaban mantener lejos a los insectos y el polvo, no crear un sello hermético. Las botellas de vino originales eran cortas y agazapadas con cuellos sobresalientes, forma que hizo imposible que se pusieran de lado y obligaba a guardarlos en posición vertical.

Recién cuando se descubrió que, poniendo la botella de lado el corcho se sumergía, se pudo lograr una conservación a largo plazo similar a la del ánfora. Esto cambió la forma de la botella de una corta y robusta a una botella alargada como la que tenemos hoy.

Esta evolución permitió el regreso de los vinos de época, ya que una vez más fue posible la maduración y la longevidad.

Para los amantes del vino, poca cosa iguala el placer de descorchar una botella con un sacacorchos, ya que, como podemos apreciar, en el envasado de vino en vidrio, tan importante como la botella lo es también su corcho.

Imagen: Pixabay

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