Mucho se ha escrito sobre sociedades secretas. Pero sin duda hay una que tiene más valor que ninguna sobre la historia de Italia: los carbonarios. Esta agrupación nació en Nápoles al principio del siglo XIX como reacción a la ocupación napoleónica del país. El objetivo de la sociedad era la de instaurar regímenes democráticos por toda Europa, dotando a cada una de las naciones de una constitución elaborada por el pueblo.
Los miembros de la organización no conocían todas las finalidades de la misma y estaban sometidos a juramentos de fidelidad y confidencialidad que, si se rompían, se pagaban con la vida. Solían ser burgueses que querían la libertad política y un gobierno constitucional dentro de sus naciones. La estructura era jerárquica y se dividía en diferentes núcleos locales a lo largo de varias ciudades, pero no se conoce mucho más, debido al secretismo de la organización. No obstante, sí que se sabe que había un apartado civil, encargado de la propaganda y de la protesta pacífica, y un apartado militar que se encargaba de las acciones militares tipo guerrilla.
El fin de Napoleón y la llegada de Fernando I no hizo más que aumentar los afiliados a esta sociedad secreta. Comenzaron a practicar actos violentos en las ciudades de la península itálica y se manifestaron a favor de la unificación italiana.
Su papel más relevante lo jugaron en las Revoluciones italianas de 1820, donde fueron vitales. Organizaron revueltas anti-absolutistas y a favor de la proclamación de una Constitución liberal, siguiendo el ejemplo de Rafael de Riego en España. En aquel momento, varios oficiales del ejército se unieron a los carbonarios y marcharon hacia Nápoles con sus tropas, provocando el fin de reinado absoluto (aunque sólo durante unos años) de Fernando I. De la misma forma, los carbonarios piamonteses finiquitaron a su rey Víctor Manuel I.
La intervención de la Santa Alianza para restaurar el absolutismo en los reinos italianos provocó que muchos carbonarios fueran condenados a muerte, al exilio o encarcelados. La organización quedó gravemente tocada. Sin embargo, no fue su final, ya que en 1830 volvieron a las armas contra los estados absolutistas.
No obstante, una nueva derrota años después a manos de los austríacos provocó el fin de los carbonarios. Se disolvieron y se vieron obligados a unirse a nuevos grupos (Giovine Italia) o a dejar de lado sus reivindicaciones. Pero el espíritu nacionalista, unitario y liberal que propagaron por la península itálica sería clave para lograr la unificación años más tarde.
Imagen: Dominio Público