Las estatuas grecorromanas o los grandes edificios como el Partenón, que ante nuestros ojos lucen blancos con una tonalidad unicolor se encuentra muy lejos de lo que eran estos monumentos en su época, siendo una experiencia que envolvía la mayoría de los sentidos, tal como se evidencia con el uso de perfumes para crear una experiencia olfativa en las esculturas grecorromanas.
Sobre este tema versa un nuevo estudio publicado en el Oxford Journal of Archaeology, por Cecilie Brons, en el que se muestra el papel de los perfumes y experiencias aromáticas en las estatuas del mundo grecorromano, señalando estatuas icónicas, lugares de trabajo donde se realizaban los perfumes y restos arqueológicos hallados en las estatuas.
Una de los ejemplos más representativos es el busto de Berenice II de Egipto, que según Calimaco estaba “húmeda de perfume”, lo que se confirmó con el hallazgo de restos cera de abeja en el busto, lo que indica que debió haber estado sometida a algún baño de perfume.
El estudio también revela las técnicas utilizadas, explicando cómo las mezclas de cera y aceites, no solo conferían una apariencia más imponente a las estatuas, sino que también ayudaban a mantener un aroma agradable en la escultura.
Un lugar donde se trabajaron los perfumes fue Delos, según nos explica la autora, lugar en el que se halló un taller para fabricar perfumes rituales.