El fin de Napoleón y del Gran Imperio supuso el inicio de un nuevo periodo histórico en el marco europeo. Muchos pensadores y políticos de la época pensaban que la caída del emperador francés, sobre todo por la forma, dictaba el fin de la era revolucionaria. De hecho, las potencias europeas que asistieron al Congreso de Viena tenían la certeza de que habían conseguido extinguir las ideas liberales.
De forma global, la Restauración empieza en 1815 con el Congreso de Viena y dura hasta 1830, año en el que tiene lugar una serie de explosiones de ideas revolucionarias por toda Europa. La idea central de este periodo es restaurar la sociedad y las normas que había antes de 1789. Restaurar, que no renovar. Las potencias pensaban en volver a al poder absoluto pero no contaban con que los ejércitos de Napoleón no sólo habían ocupado territorios, sino que los habían sembrado de sentimientos de libertad y de sentimientos nacionalistas. Este periodo intentó erradicarlos, pero sólo los consiguió dormir durante quince años.
Las potencias crearon distintas herramientas para consolidar su poder y sus ideales. Por un lado, empezaron lo que se llamaría “Europa de los congresos”. La premisa de esa mentalidad era la de reunirse para evitar nuevas guerras entre los países más prominentes. Así, tendrían lugar distintos congresos en Viena, Aquisgrán, Troppau, Laibach y Verona. Todos ellos orientados a mantener vivo el espíritu absolutista del siglo XVIII.
Cada una de las naciones integrantes de la llamada “Pentarquía” (Austria, Rusia, Prusia, Gran Bretaña y Francia) tenía unos intereses que defender, al margen de los expuestos en el Congreso de Viena. Rusia pretendía aumentar su territorio y lo logró bajo el liderazgo de Alejandro I y sus distintas ideas (Polonia y Santa Alianza). Austria mostró un gran interés en eliminar los nacionalismos, ya que su territorio estaba formado por un enorme mosaico de distintas naciones. Prusia quería destacar frente al resto de los reinos germánicos. Gran Bretaña simplemente buscaba el equilibrio europeo, no quería intervenir porque “no iba con ellos”. Y Francia quería volver a ser aceptada por el resto de potencias.
Estos intereses, sumados a los del Congreso de Viena, hicieron de la Restauración un periodo de “paz tensa”. Es decir, había paz en Europa, pero muchas tensiones entre los países. Se puede ver que desde el Congreso de Troppau, Gran Bretaña decide salirse de la política intervencionista austro-rusa. Al mismo tiempo, vemos como cada una de las potencias busca su beneficio personal frente al beneficio común que suponía el tratado firmado en 1815.
En el aspecto económico, preponderó una economía tradicional basada en la agricultura. Incluso en países ligeramente industrializados como Gran Bretaña, se tuvo que adoptar este modelo por miedo a otro bloqueo continental. El poder adquisitivo de las personas se vio reducido debido a varias crisis económicas seguidas. En 1816 y 1817, las malas cosechas fueron culpables del alza de los precios. Varios años después, entre 1826 y 1829, volvió a suceder algo parecido, lo que acabó por provocar alzamientos de la población obrera. Sin embargo, la industria aumentó en este periodo y creó un capital suficiente como para impulsar el capitalismo industrial del siguiente periodo histórico.
Durante la Restauración, también se mantuvo la diferencia entre las distintas clases. Los nobles seguían a la cabeza de la sociedad, seguidos de una clase media burguesa que, poco a poco, iban aumentando en número y en poder. Esta clase media venía de la administración napoleónica y fue la causa del génesis de varios movimientos artísticos, como el Romanticismo, y de varios artistas, como Victor Hugo o Chateaubriand. Fue un capítulo importante dentro de la cultura europea.
Frente a este florecer cultural, se encontraban las clases más bajas: los campesinos y los obreros. La miseria era la nota común en todos los países europeos. Las clases acomodadas limpiaban su conciencia a través de la caridad pero eso no bastaba. En ese sentido, la Iglesia Católica fue la única que se ocupó de la asistencia de los más necesitados, creando varias instituciones para atenderlos.
Como se puede apreciar, fue un periodo tenso a nivel internacional (entre las potencias) y tirante a nivel nacional (entre las clases). Los países más poderosos cometieron un error: ignorar la “filosofía de las Luces” y aquello que los pueblos reclamaban. Se centraron en restaurar y no en renovar, quemando así un modelo que la población vería como caduco a partir de 1830. La semilla implantada por el “Hijo de la Revolución” daría sus frutos y terminaría de una vez con la época absolutista en Europa.