Biografía de Edward Hopper

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Víctor Muñoz Fernández
Apasionado por la Historia, es licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual. Desde pequeño le encantaba la Historia y acabó por explorar sobre todo los siglos XVIII, XIX y XX.

Edward Hopper fue un pintor estadounidense que fue mundialmente reconocido gracias a sus retratos de la soledad en la vida contemporánea. Actualmente (y hasta el 16 de septiembre), el Museo Thyssen-Bornemisza, en colaboración con otros grandes institutos artísticos, ha presentado una enorme exposición sobre toda su obra.

Autorretrato de Edward Hopper (1906)

Hopper nació el 22 de julio de 1882 en Nyack (Estados Unidos), una pequeña localidad situada en la cuenca del río Hudson, en el seno de una familia burguesa. Esta situación acomodada le permitió disponer de una educación muy completa en la New York School of Art, donde coincidió con varios artistas de renombre. Algunos de sus profesores le ayudaron a formarse como artista, al ver que tenía un gran potencial.

William Merrit Chase le animó a estudiar y a copiar todo aquello que viese en los museos. De esta forma, ampliaría sus conocimientos y su técnica. Kenneth H. Miller, por su parte, potenció la mentalidad de Hopper respecto a una pintura nítida y limpia, lo que acabó por revertir en la organización que el joven pintor hacía de sus obras, donde se da una composición espacial ordenada. Y, por último, el más importante de todos: Robert Henri. Bajo su influencia, el joven Hopper consiguió liberarse de las reglas académicas de la época y trabajar como aprendiz en su taller.

Una vez licenciado, Hopper consiguió trabajo como ilustrador publicitario, pero lo dejó de lado para viajar por el mundo. En 1906, viajó a Europa, concretamente a París, donde aprendió de primera mano las técnicas impresionistas. Pero no fue hasta su segunda visita a la capital francesa en 1909 cuando empezó a forjar su propio estilo, formado por elecciones expresivas precisas.

En general, su pintura se caracterizaba por el curioso juego de luces y sombras que realizaba, por la forma de describir los interiores y, lo más importante, por el tema recurrente de sus obras: la soledad de la vida contemporánea. Todas estas cuestiones las aprendió en sus viajes por Europa.

Llegado el momento, decidió regresar a su país, donde se estableció para plasmar la vida cotidiana de sus compatriotas. Fue una época en la que sus cuadros de representaciones de imágenes urbanas de Nueva York y de los acantilados de Nueva Inglaterra fueron los más prolíficos.

Entre 1915 y 1923, Hopper se distanció de la pintura e intentó experimentar con nuevas formas expresivas como el grabado. Este cambio le llevó a obtener un gran reconocimiento y premios, incluso de la prestigiosa National Academy.

Durante el resto del siglo hasta su muerte en 1967, siguió fiel a su cuidado estilo de composición. La temática de la soledad y de la vida cotidiana estadounidense estuvo siempre presente en su obra, que fue reconocida en vida por el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1933 y por el Whitney Museum en 1950.

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