Pocos nombres son tan famosos en el mundo del esoterismo como lo es el de Rasputín, un hombre controvertido como pocos, que supo explotar su ingenio, carisma y misticismo para embelesar a la dinastía rusa de los Romanov. Son muchos los calificativos que la figura de Rasputín ha recibido a lo largo de los siglos, místico, monje, brujo, sanador o hipnotizador.
¿Quién fue realmente Rasputín y a qué debe su fama?
Rasputín nació el 22 de enero de 1869 en una humilde familia en el pueblo de Pokrovskoye, en la antigua Siberia Oriental, en una sociedad anclada en la tradición. Desde su más tierna infancia se hizo patente que Rasputín no era un chico normal, era un niño escuálido, esquivo, retraído, que no era aceptado por otros chicos de su edad y que prefería la soledad de los silenciosos y densos bosques siberianos a los reproches y chanzas de unos compañeros que no parecían entenderle.
El profundo carácter reflexivo de Rasputín le llevó probablemente a ingresar en el monasterio de Verkhoturye, donde pasó cierto tiempo enclaustrado con sus pensamientos por única compañía. Sin embargo, sus reflexiones en aquel lugar no parecieron dar respuesta o solución a sus inquietudes y pronto abandonó aquel lugar de meditación en busca de respuestas. Aún con todo, se cree que aquella etapa que pasó junto a los monjes de Verkhoturye, hizo nacer en él un creciente misticismo que le acompañaría durante el resto de sus días.
Pronto ingresaría en un grupo religioso de flagelantes, los khlysty. Esta secta, rechazada por la recta Iglesia Ortodoxa, creía firmemente en que tan sólo se podía alcanzar el contacto con Dios a través del dolor, el sufrimiento y la penitencia.
Sin embargo, la ideología del grupo parecía estar desdibujada y retorcida, alejada sin duda del concepto redentor del dolor, pues a menudo existía una extraña convergencia entre dolor y placer y, se cuenta, que eran muy dados a la celebración de orgias sexuales, en la que daban rienda suelta a todos sus anhelos carnales y a prácticas duramente censuradas por la ortodoxia religiosa rusa. Es posible que esa obsesión por el sexo que tanto se le achacaba a Rasputín y a la que debe gran parte de su fama, naciera en aquella época.
El sendero místico de la iluminación.
Grigori Rasputín, pasó algunos años en aquel grupo sectario, pero tampoco allí encontró su lugar. Así, determinado a encontrar la iluminación, abandonó su Siberia natal. Estuvo años viajando a través de las tierras eslavas, y de ahí se dirigió a Grecia y después Tierra Santa.
En esos años, Rasputín aprendió la historia de aquellos lugares, pero al mismo tiempo se interesó por su esoterismo, teosofía, religiones y viejas tradiciones y ritos místicos. Fue sin duda, en esta etapa iniciática, donde Rasputín se hizo a sí mismo, donde se convirtió en lo que más tarde sería su imagen pública.
En la corte de los Romanov.
De vuelta a Rusia y con un gran bagaje a sus espaldas, Rasputín comenzó a mezclarse y relacionarse con los círculos aristocráticos rusos. Esto se debió sobre todo a su carisma personal. El antiguo peregrino sabía cómo explotar todos y cada uno de sus puntos fuertes, y era un excelente actor, consciente su propia personalidad.
Una mirada fija y penetrante, una dialéctica grácil y fluida, calculadamente ambigua, propia de adivinos y oráculos. Además, Rasputín era un hombre extremadamente observador e intuitivo, por lo que sabía perfectamente cómo crear una apariencia de adivinador, jugando a partes iguales con la realidad inmediata y la ambigüedad de sus profecías.
A todo ello se sumaban unas rumoreadas destrezas y habilidades en lo sexual que había adquirido en su primera etapa sectaria y que había ampliado en sus viajes por oriente medio. De hecho, se decía de él que solía visitar las alcobas de varias mujeres de la alta nobleza.
Cuando la enfermedad del pequeño príncipe Alexis Nikolaevich, afectado de hemofilia según se cuenta, se hizo preocupante para los Romanov, la mejor amiga de la Zarina recomendó sus servicios. Rasputín no solo mejoró la salud del infante, sino que pronto se hizo un hueco de importancia en el seno de la corte.
La caída de Rasputín.
Rasputín llegó a ser tan cercano para la Zarina que pronto empezó a inmiscuirse e influir en las decisiones de Estado, algo que ni el zar ni la aristocracia rusa estaban dispuestos a tolerar. Así, como solía pasar en la corte, cuanta más cercanía se tiene con el poder mayor número de enemigos crecen alrededor y en el caso de Rasputín, estos eran cuantiosos.
Pronto, la sombra del asesinato empezó a rondar a aquel místico. Muchos fueron los intentos de asesinato frustrados en los que Rasputín salió indemne, afianzando aún más si cabe, su fama sobrenatural. Sin embargo, Rasputín veía peligrar su vida a cada paso que daba, cayendo en una situación constante suspicacia y alerta que empezaron a medrar su carácter.
Finalmente, la noche del 29 al 30 de diciembre de 1916, Rasputín fue asesinado en extrañas circunstancias. Extrañas porque la autopsia de su cadáver, hallado en las orillas del Neva, reveló que había sido envenenado y tiroteado, pero que murió en realidad de ahogamiento. Al parecer no fue fácil acabar con su vida.
Aún con todo y pese a su muerte, Rasputín se convirtió en leyenda, atribuyéndosele infinidad de milagros y profecías. Algunas se han cumplido (hay que enfatizar el carácter extremadamente ambiguo y vago de las mismas) y otras aún están pendientes, pero la fuerza y el interés popular por aquel hombre no cabe duda de que aún siguen latiendo con fuerza.