Algunas mujeres de familias privilegiadas de principios de la Época Moderna tenían dificultades para dar el pecho a sus bebés. En algunos casos la leche de sus mamas no era saludable. Por ello una alternativa era contratar los servicios de ama de leche. A veces esta vivía en la casa del bebé, o incluso era éste el que se mudaba de residencia.
El doctor Leah Astbury extrae esta conclusión en su tesis doctoral a partir de la carta que Matthew Henry, un ministro presbiterano envía a su madre en 1697 informando sobre problemas en la salud de su bebé, Nancy. La tasa de mortalidad en Inglaterra en el siglo XVII era alta, de modo que los padres sabían que sus hijos podrían tener dificultades para llegar a la adolescencia.
Leah Astbury pertenece a la Universidad de Cambridge, la cual lidera un proyecto de la Generación de la Reproducción. Por ello, estudia la salud infantil desde la antigüedad hasta la edad contemporánea, incluyendo las fases de embarazo, parto y cuidados posteriores al nacimiento. El objetivo es investigar y mejorar este proceso.
Entre sus fuentes destacan los debates médicos de los periódicos, que ofrecían datos como que en el siglo XVI los padres debían bañar a los bebés en agua varias veces al día en contraposición a las recomendaciones actuales, de no hacerlo durante su primera semana y luego sólo dos veces a la semana sólo con agua. Este hallazgo se opone a la concepción general de falta de higiene de la sociedad de los Tudor y Estuardo.
Asimismo, los textos médicos de la época aconsejaban a los padres vendar a los bebés para asegurar el recto crecimiento de sus extremidades. De hecho, algunos monumentos funerarios muestran bebés envueltos, como por ejemplo el Cholmondeley en el Tate Britain.
Las vendas que cubrían sus extremidades podían ser retiradas a los cuatro meses, mientras que las del resto del cuerpo podían permanecer hasta el año de edad, según el seguimiento médico. Según la literatura médica, cuando la madre cambiaba las vendas al niño se establecía un vínculo afectivo positivo entre ambos, idea que apoya también el investigador Astbury. Además, antes de ser vendado, el niño era bañado, y acariciado. El material empleado para envolver al niño actuaba como un pañal.
Según Astbury el modo en que la gente cuida a sus bebés dice bastante sobre los valores de la sociedad y cómo perpetuarse. En particular, los padres muestran una gran flexibilidad y capacidad de adaptación para satisfacer las necesidades de sus hijos y garantizar su supervivencia.