La Revolución de 1830 en Francia

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Víctor Muñoz Fernández
Apasionado por la Historia, es licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual. Desde pequeño le encantaba la Historia y acabó por explorar sobre todo los siglos XVIII, XIX y XX.

Para entender la Revolución de 1830 en Francia, hay que conocer el contexto que provocó la situación que por entonces se vivía. Fue un cúmulo de eventos que se fueron sucediendo hasta terminar con el estallido de la insatisfacción popular por parte de la población francesa.

revolucion de 1830 en francia
«La Libertad guiando al pueblo», de Eugène Delacroix es la obra que representa la Revolución de 1830 iniciada en Francia, pero que erróneamente se emplea para representar la Revolución Francesa

Desde la Restauración, Francia había tenido dos reyes: Luis XVIII y Carlos X. Durante el reinado del primero, el gobierno se mantuvo relativamente entre la postura tradicional y la liberal. Pero con la llegada de Carlos X en 1824, todo cambió. Su mandato estuvo marcado por las tendencias ultrarrealistas y por el creciente descontento de la sociedad francesa. Elaboró leyes que pasaron a estar en boca de todos y que le costaron opositores hasta dentro de sus seguidores.

En 1825, ideó la “Ley del sacrilegio”, por la que se imponían las penas más severas a aquellos que profanaran los templos o robaran objetos sagrados. Era tan profunda, que hablaba de cortar la mano o de decapitar a los culpables. No llegó a entrar en vigor, pero la población quedó completamente descontenta. Más adelante, se intentó promulgar la “Ley del derecho a primogenitura”, que buscaba reinstaurar los mayorazgos del Antiguo Régimen. Pero, aunque pasó la Cámara de los Diputados, no consiguió sacar suficientes votos en la Cámara de los Pares.

La “Ley de indemnización a los emigrados” tenía como fin devolver los bienes confiscados por la Revolución Francesa de 1789. La realidad hacía imposible que se pudiese ejecutar la devolución, ya que esas tierras ya tenían nuevo propietario. Por eso, se optó por indemnizar, algo que aumentó el malestar entre la población.

No obstante, la “Ley de los vándalos” fue la que hizo estallar la situación. Esta regulación pretendía controlar las publicaciones, por lo que la Cámara se mostró en contra. Villèle disolvió las cortes y convocó elecciones de nuevo. En esta ocasión, los liberales incrementaron sus diputados considerablemente, así que dimitió Villèle y le sustituyó Martinag, quien intentó realizar una política más conciliadora pero acabó siendo relevado por un gobierno de extremo conservadurismo, liderado por el príncipe Polignac. La política del nuevo ejecutivo levantó las críticas de los liberales, entre los que se encontraban La Fayette, Thiers, Guizot y Víctor Hugo. Ni siquiera la victoria del general Bourmont en Argel hizo que los liberales cesasen en sus críticas.

La situación se tensó mucho más y llegó al extremo cuando Carlos X publicó en julio de 1830 unas ordenanzas que suspendían la libertad de prensa, disolvían la Cámara y reformaban la ley electoral intentando beneficiar a aquellos que estaban de su lado. Viendo el posible rechazo, el rey decidió usar en su favor el capítulo XIV de la Carta, que le daba poder para dictar las ordenanzas y reglamentos necesarios para que se cumplieran las leyes.

El estallido del descontento se produjo el 27 de julio de 1830. Ese día comenzaron las “tres jornadas gloriosas”, también llamadas “jornadas de julio”, en las que la gente salió a la calle y se atrincheró en barricadas en París. Los movilizados eran, en principio, obreros, estudiantes y algún diputado. Lo que empezó como revuelta, acabó por ser una revolución que portaba la bandera republicana como estandarte.

Un manifiesto de Thiers proclamó la lealtad de la nación hacia el duque de Orleans, Luis Felipe, quien fue nombrado lugarteniente del reino. Carlos X abdicó y Luis Felipe se convirtió en el “rey de los franceses por la gracia de Dios y por la voluntad del pueblo”, es decir, su poder se sustentaba en la soberanía nacional.

Fue el inicio de la etapa de la monarquía burguesa liberal, que duraría hasta 1848. La consecuencia fue que la aristocracia perdió su papel preponderante, que fue ocupado por la burguesía de los negocios y del dinero. La ley electoral se modificó mediante una bajada de los impuestos y la edad de los electores, así como una admisión del sufragio directo. La libertad que la Carta promulgaba permitió que nacieran gran cantidad de partidos políticos, desde los orleanistas, hasta los republicanos y bonapartistas.

Sin duda, el éxito de esta revolución parisina acabó por encender la mecha de otros movimientos nacionalistas y liberales por toda Europa. El más cercano en el tiempo fue la revuelta independentista en Bélgica unos meses más tarde.

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