Hace 6.000 años en el sur de España, antiguas comunidades neolíticas construyeron un dolmen con piedras y columnas que luego de haber sido sometido a estudios, se ha determinado que sus constructores poseían avanzados conocimientos de arquitectura e ingeniería que se desconocían entre grupos neolíticos.
Las piedras del dolmen de Menga son más pesadas que las que pueden verse en Stonehenge, lo que claramente indica que sus constructores debieron tener una buena mano de obra, conocer el lugar de encontrar las piedras y otros recursos, a la vez que determinar las mejores técnicas para que cada piedra calzara adecuadamente.
El dolmen se compone de 32 piedras que los antiguos ingenieros neolíticos lograron encajar unas con otras, lo que produce un efecto de solidez en la estructura.
De igual manera, los constructores decidieron hacer un montículo de piedras y rocas más pequeñas para impermeabilizar el techo, colocando sobre éste, una losa que pesa 150 toneladas.
Para realizar este proyecto también comprendieron la fricción, la geometría, conceptos como la masa, saber valorar la capacidad de carga en sus elementos, así como conocimientos de logística y planificación.