En la segunda mitad del siglo XVIII se inicia en Inglaterra lo que conocemos como Revolución Industrial, que luego se trasladaría a los demás países europeos y que consistió en una transformación profunda de los sistemas y la estructura del trabajo, dejando a un lado la manualidad para pasar a las máquinas, y pasando de los talleres a las fábricas.
Esta revolución es la más grande tras la del Neolítico e implicó un cambio total no sólo en el trabajo, sino en la mentalidad y en la sociedad toda.
Los campesinos dejaron sus campos, aparecieron personas especializadas como los ingenieros, y surge con gran fuerza el proletariado, personas que trabajan en maquinarias que no son de su propiedad.
Atrás quedan los viejos talleres y los artesanos, pasando a una organización mucho más compleja.
Se pasa de las villas a las grandes metrópolis, y de las decenas de trabajadores en un taller a los cientos que lo harán en grandes fábricas, pero lo más importante es el continuo movimiento, pues cada cambio trae aparejado consigo otro, y así sucesivamente hasta nuestros días.
A modo de conclusión, y como lo podemos encontrar en el libro “Historia Contemporánea, de Antonio Fernández”, «la Revolución Industrial es un proceso de cambios constante y crecimiento continuo, en el que intervienen técnicas (máquinas), descubrimientos teóricos (ciencia), capitales y transformaciones sociales, acompañado por una revolución de la agricultura que permite el desplazamiento de una parte de las masas campesinas a las ciudades».
Aquí os dejamos el enlace a las causas de la Revolución Industrial y las consecuencias de la Revolución Industrial.
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