Tiziano, el pintor que revolucionó el género ecuestre

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E1520, el monarca Carlos V, acostumbrado a los más que formales y sobrios artistas norteños y centroeuropeos, debió sin duda quedar eclipsado cuando conoció el estilo y colorido de aquel pintor originario del Véneto, el gran Tiziano Vecellio, quien revolucionó el género ecuestre.

Muchos autores apuntan que las relaciones entre Carlos V y Tiziano no fueron siempre tan armónicas como se nos ha hecho creer, pero lo cierto es que tras la representación del Emperador Carlos V a caballo, éste le nombró caballero de la “Espuela de Oro”, además de nombrarle conde de Palatino, sin duda el honor más alto que hasta la fecha recibiese pintor alguno.

Además, desde aquel 1548, el género ecuestre recibió en la pintura internacional un renovado vigor, convirtiéndose desde aquel momento en pieza imprescindible de la imaginería de cualquier monarca y, con el tiempo, no sólo de ellos sino de príncipes, validos, nobles menores y una gran lista de generales.

Qué características tenía Tiziano para encandilar de ese modo Carlos V

Algunos autores apuntan a la gran astucia del italiano, que habría encontrado la fusión perfecta entre su dinámico coloritto y el hieratismo y majestuosidad que tanto gustaba a los formales católicos de Habsburgo.

Un pintor a distancia

Tiziano jamás vivió en Madrid, por tanto no fue uno más de aquellos pintores de cámara siempre recorriendo las instancias palaciegas a disposición de su monarca, pero eso no impidió que Tiziano ejerciera de pintor de los Austria, tanto para Carlos V como para su sucesor Felipe II.

Desde la distancia, recogiendo aquella información que necesitaba en sus viajes a palacio pero realizando su obra siempre desde su taller italiano.

La genialidad de su representación ecuestre más famosa

Aunque es cierto que el género ecuestre ya estaba inventado desde hacía largos siglos, lo que se atribuye a Tiziano no es eso, sino la revolución que originó en el género.

La representación que hizo de Carlos V en Mühlberg, conmemoraba la victoria de éste sobre los príncipes protestantes de la Liga de Esmalcalda.

Sin embargo, por más que miremos el cuadro una y otra vez, no aparecen vencedores ni vencidos, no aparece sangre, ni los cuerpos de los caídos, ni ninguna referencia a aquel baño de sangre, que lo fue, no quepa duda de ello.

Otros pintores hubieran representado la magnificencia de Carlos V representándole altivo, alzándose entre sus enemigos, rodeado de los cuerpos de los vencidos o como poco en actitud de superioridad frente a unos cabizbajos y arrepentidos protestantes.

Esto, que era de lo más común en aquel periodo, no aparece por parte alguna en su obra. Al contrario, Tiziano pensó bien en que ninguno de estos “aditivos” debía empañar el aura de un emperador considerado justo y clemente, nada debía empañar la imagen del santo caballero católico, bravo en batalla y condescendiente en la victoria.

Y quizás fuese esto realmente, lo que unido a esa simbología y colorido de corte clásico, que recuerda a aquellos emperadores romanos como Julio Cesar lo que, en definitiva, marcó un antes y un después en el género ecuestre y que seguirían otros autores posteriores como Velázquez, Rubens o Francisco de Goya.

Imagen: Dominio Público.

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