Estas Navidades, Sonny Cater (de siete años), recibió un curioso regalo de Papá Noel: un detector de metales de Nacional Geographic, por valor de 36 euros. Al poco tiempo, mientras exploraba algunos campos próximos a su casa, en Norfolk (Inglaterra) con su recién estrenado detector de metales, Carter encontró una cápsula de metal envuelta en barro apelmazado.

El niño se la llevó a su casa y al lavarla su padre Jem Carter, de 37 años, empezó a sospechar que ese artefacto metálico podría ser algo peligroso y de inmediato contactó con el padre de su mujer, Steve Wood, que fue un antiguo armero de la RAF (Real Fuerza Aérea).
El señor Wood les aconsejó que llamaran enseguida a la policía y que colocaran el artilugio en un balde de agua fría, una medida de precaución en el caso de que se tratara de una bomba de fósforo alemana.
Las autoridades enviaron a un equipo de expertos artificieros que determinaron que el dispositivo se trataba de una bomba de práctica británica de 4 kilogramos de peso fabricada durante la Segunda Guerra Mundial.
Finalmente, el artefacto fue retirado para que los expertos pudieran proceder a su eliminación segura. Tras el susto inicial, la madre de Sonny señaló que por lo menos el incidente había ayudado a demostrar que el regalo de Navidades de su hijo funcionaba correctamente.