Aproximadamente en el año 600 a.C., los griegos antiguos construyeron una carretera que iba desde mar Jónico al Egeo a través del istmo de Corinto, en la que algunos tramos presentan vías con ranuras a la manera de los rieles de los ferrocarriles contemporáneos.
El Diolkos se puede caracterizar como una obra maestra de la ingeniería antigua, mezclando los conocimientos de la física, el uso de la geografía junto al empleo de la fuerza humana.
Con un sistema de rampas y una gran cantidad de hombres que jalaban cuerdas, los barcos que llegaban a Corinto eran colocados en una rampa para girarlos unos 90 grados, y luego colocarlo en una nueva rampa que le colocaría en una rueda de gran tamaño, similar a los trenes de aterrizaje modernos.
Colocado en esa gran rueda los griegos con su fuerza bruta y la inclinación de la pendiente, podían mover los grandes pesos de las mercancías, dejando los grandes surcos en el suelo que todavía se aprecia hoy en día, en algunas partes de Corinto.