Cuando el sarcófago de plomo que contenía los restos de una mujer se encontró en Nijmegen en 2001, los investigadores pensaron que se trataba de una mujer de alto estatus económico, ya que el plomo era un material caro y el ajuar funerario hacía pensar ello. No obstante, estudios recientes reescriben esta vieja interpretación.
La primera sorpresa que sacudió la investigación es la datación, situada en el siglo IV d.C. en 2001, pero que los análisis recientes señalan que realmente es del siglo III d.C.

El ataúd de plomo es la segunda gran revelación ya que los investigadores se percataron que debió ser fabricado para otra persona, puesto que al ataúd le sobraban varios centímetros, algo impensado debido al alto coste del material. De igual forma, la tapa original de plomo se perdió y en su lugar se colocaron azulejos.
Finalmente, el análisis de la mujer determinó que era alguien de la clase trabajadora, debido a que encontraron vértebras desgastadas, caries y evidencia de que sus dientes eran utilizados como herramienta, algo que claramente acaba con la interpretación de una mujer de la élite romana.
Pero si era una mujer de la clase trabajadora, ¿por qué estaría enterrada de esta manera? Lo más probable es que se tratara de una mujer al servicio de una familia de élite, probablemente una peluquera o esteticista familiar tal y como puede revelar el ajuar funerario, donde se encontraron espejos y agujas para el cabello.
